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LA QUIEBRA

Muchas veces nos preguntamos qué le está pasando al feminismo y por qué existe en este momento esa división entre el mal llamado feminismo hegemónico y feminismo posmoderno. Realmente feminismo solo hay uno (ese que lucha de forma incansable por la igualdad de las mujeres) pero si el bloque social se rompe por las distintas fracturas que el machismo va generando, el feminismo se hace más débil y por lo tanto menos poderoso.

Imaginemos una hipotética situación. Digamos que hace algunos años, en el mundo occidental, ese que está lleno de países ricos y poderosos que dominan la vida de todos los seres del planeta, ese que dicta leyes que obligan a los demás países a someterse a sus deseos, en ese mundo rico y poderoso, el feminismo se fue convirtiendo en el movimiento social más significativo. Las mujeres, apoyadas las unas en las otras crearon un bloque sólido que iba paso a paso, tacita a tacita, golpeando día sí y día también el techo que el patriarcado había puesto sobre ellas. Tanto golpeaba y de forma tan insistente que por alguna esquina se cayó un trozo y una mujer llegó a un puesto político de responsabilidad. Por otro punto débil una mujer se coló en un consejo de administración. Más abajo, se abrió una grieta y las mujeres lograron leyes que definían la violencia machista. Saltaron esquirlas y las mujeres lograron que la justicia reconociera la violación en grupo.

Y así sucesivamente. Cada mañana, la placa del patriarcado se hacía más débil, menos consistente. Entonces los amos de la placa se dieron cuenta que, con cada embestida, la vibración del golpe les llegaba ya hasta las rodillas. Se percataron que el lugar donde ellos habían elegido para que llegasen las mujeres estaba mucho más cerca de saltar por los aires y éstas iban a alcanzarles. 

“¿Qué podemos hacer?” Se preguntaron. “¿Cómo vamos a impedir que rompan el techo y pasen hasta ponerse a nuestra altura?” Pensaron, cavilaron y dieron vueltas alrededor de la mesa de juntas donde el machismo toma decisiones. “Ya lo tengo” gritó uno de ellos. “Cuenta, cuenta” contestaron los demás. Y el iluminado se sentó a la cabecera de la mesa y se expresó con estas palabras:

“Pues vamos a quebrar el movimiento desde dentro. Supongamos que existe un grupo de personas, que bien encaminadas, alentadas y mantenidas, pueden hacer que en el feminismo se generen grietas, algunas lo suficientemente grandes como para que se parta. Un pequeño grupo que vamos a encajonar sin prisa, pero sin pausa, de tal forma que una vez dentro sea escuchado y tenido en cuenta. Ningún grupo social es totalmente férreo y consistente por lo que por estadística algunas de las que están en el feminismo más pronto que tarde se pondrán de parte de ese grupo, enfrentándose a las que obviamente se van a resistir. Nosotros solo crearemos esa cuña. Tendrá forma de pequeño triángulo, que golpeará al feminismo solo con la punta, pero al que por su base iremos añadiendo paulatinamente gente manipulada por todos los medios a nuestro alcance. Redes sociales, discursos en colegios y universidades, películas, libros y si me apuras hasta teorías filosóficas vacías de contenido, pero con ciertos matices que se retienen fácilmente en la memoria. La base del triángulo se irá haciendo más y más grande de tal forma que empujará a la cúspide hasta que se cuele dentro y parte de ese movimiento feminista tendrá que tenerla en cuenta. Y ahí es donde más daño haremos. Nuestra cuña tendrá un discurso de libertad individual, de auto identificación, de nuevas sociedades más inclusivas, de petición de derechos laborales donde no hay trabajo real sino explotación, de familias formadas de variopintas maneras. Incluso vamos a inventar términos para definir nuevamente a las mujeres de siempre. ¿Términos para definir mujeres? Claro, ya no serán mujeres, serán por ejemplo seres menstruantes, portavaginas, personas con agujero delantero y cosas así… “

Los hombres asombrados ante la idea de introducirse en el movimiento feminista y quebrarlo desde dentro, idearon un sinfín de posibilidades de ir dejando otra vez atrás a todas las que sistemáticamente golpeaban el techo.

“Esa cuña no será escuchado por todas. Solo unas pocas, animadas por una nueva mentalidad más posmoderna y para no quedarse con el sentimiento de puritanismo que también haremos que cale en sus mentes, se unirán al grupo y en pocos años, ya no será un triángulo golpeando por su vértice, sino todo un rectángulo que habrá quebrado al movimiento en al menos dos partes. Seguirá machaconamente provocando pequeños terremotos por los lados de forma que debilitarán el suelo por donde pisan. ¿Cómo lograremos que los sismógrafos feministas no perciban el terremoto? Pues siendo sutiles. Permitiremos la aprobación de leyes que den derechos a los miembros de la cuña. Redactaremos, por ejemplo, legislaciones para que puedan declararse mujeres ¿Cuándo? Pues cuando a nosotros nos convenga. Es verdad, dijo otro, imaginad un marido que ha tenido experiencias digamos un poco desagradables con su mujer y esta le denuncia. Pues en el momento del juicio se declara mujer y asunto arreglado. O, añadió otro, dejamos que los miembros de la cuña se puedan apuntar al deporte femenino y se queden con las medallas y los logros. Se me está ocurriendo una idea genial, indicó uno que se sentaba al final de la mesa, ¿y si logramos que la prensa nombre mujer del año a un miembro de la cuña? Joder macho eso sí que sería la leche. Lo tendríamos todo a nuestro favor, imaginad, título de empresaria del año a todo un señor. 

Veis, dijo el dueño de la idea, la mejor forma de hacer que pierda fuerza el movimiento no es atacando a las mujeres o desprestigiándolas, sino romperlo desde dentro. Pero para todo eso, preguntó el más bajito de todos, ¿no hará falta crear una “nueva mujer”? a los hombres no nos dejarán entrar en el espacio femenino. Sacarán la artillería pesada y se cerrarán en banda. Tú lo has dicho. Reinventaremos a la mujer. Ahora, en nuestra cuña, irán las nuevas mujeres, esas que no son tales, pero dicen serlo. Esas que usarán el género (en ese momento una gran ovación resonó en la sala, aplaudiendo al que para el patriarcado era su arma más mortífera) para definirse. Una pintura de ojos, una falda y un carnet donde ponga un nombre de mujer será bastante para poder declararse femenina y llegar a formar parte de la mujer del nuevo milenio.

Pero, una pregunta que se me ocurre, añadió uno calvo ¿qué hacemos con la gente que deberían formar parte de la cuña porque ya han decidido cambiar de sexo? Pues los presionaremos para que se adapten a la nueva circunstancia o se queden fuera. Allá ellos y ellas, a nosotros no nos interesan, tienen su lucha y no nos molestan mucho, hacen ruido, pero no el suficiente. Los importantes son los hombres que convertiremos en el arma femenina para romper el feminismo”.

La idea se extendió por la sala, se aprobó por unanimidad y se distribuyeron los papeles que cada miembro del patriarcado debía desempeñar. Estaban los que dominaban los medios de comunicación, los que eran reyes en las redes sociales o los que serían capaces de cambiar partidos políticos y gobernantes. Se dieron las instrucciones oportunas a los que tenían que manipular las mentes de los padres, esos eran vitales. Debían crear la legión de futuros miembros de la cuña. También se le dio un papel importante a los que estaban en el sector filosófico, tenían que ser capaces de inventar nuevas doctrinas, acrónimos y palabrejas. La reunión se disolvió y a los pocos días cada uno inició los trámites para ejecutar el plan. El feminismo y con él las mujeres tenían los días contados. El patriarcado se adaptaba a las nuevas circunstancias y creaba armas mucho más poderosas capaces de disimular que era él y solo él, el que pararía el avance del feminismo ya que los miembros de la cuña serían esa máquina que reparte los golpes mientras que ellos, los amos del patriarcado, solo tendrían que sentarse al esperar. Provocarían una lucha interna entre las “nuevas mujeres” y las mujeres. Pero ellas, las segundas, sabias y experimentadas en el arte de batallar, a esas, no las podrían engañar porque sabían que su enemigo seguía siendo el mismo. El mismo de siempre pero ahora con otro aspecto.

 

Por Belén Moreno  @belentejuelas

 

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