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Sobre princesas y videojuegos. Sobre acoso y competición

Hace ya una semana que se celebró la Madrid Games Week en la capital española, evento que acoge a cientos de empresas dedicadas a los videojuegos y en el que se vende merchandising, se celebran torneos y se publicitan diferentes objetos y juegos relacionados con esta industria. La gente se disfraza, compra, pasea y juega mientras curiosea y disfruta de su hobby. En este contexto el periodista Fabian Pérez, de cuatro, realizó una pequeña entrevista a varias chicas que encontró por allí, preguntándoles si alguna vez habían sido insultadas o acosadas mientras jugaban a videojuegos por el hecho de ser mujeres. Y ¡sorpresa! Prácticamente todas respondieron que sí. Dejo por aquí la entrevista en cuestión: https://www.cuatro.com/generacionpro/machismo-egames-madrid-games-week_0_2647050156.html

A día de hoy todavía hay a quien le resulta raro que una mujer diga que le gusta jugar a videojuegos. Todavía hay quien, ante semejante afirmación, pensará o verbalizará cosas como “seguro que solo juega a los sims”, “seguro que lo dice para ligar” o “tiene visitas en youtube porque tiene tetas”. Sin embargo, según la AEVI (asociación española de videojuegos) si analizamos el porcentaje de jugadores ocasionales encontramos un 53% de hombres frente a un 47% de mujeres y entre los habituales: 58,5% y 41,5% respectivamente. Es cierto que hay un ligero predominio masculino, pero no es tan grande como lo percibimos ¿no?

El mundo de los videojuegos crea un entorno hostil en el que es difícil sentirse cómoda como mujer. La trama de la mayoría de los videojuegos versa sobre un hombre haciendo cosas de hombre, lo cual muchas veces no nos llama la atención. Los juegos competitivos están repletos de señores: desde niños (y no tan niños) que “no quieren chicas porque les distraen” (juro que he escuchado esto, literal, no me lo estoy inventando) hasta paternalistas que te ceden todo su poder y habilidad apoyándote para que tengas una partida digna, y si acaso se lo recompenses después, pasando por chicos que directamente no te toman en serio y no te ven ni te verán nunca ni como un rival digno, ni mucho menos como compañera de equipo. El videojuego es ocio y como tal, aunque pueda convertirse en un trabajo profesional, no te llama la atención si no estás a gusto, si no lo pasas bien.

Un ejemplo interesante para comprender este contexto es, por ejemplo, el caso de María Creveling. María fue la primera mujer en conseguir una plaza para la LSC (League of Legends Championship Series), un torneo de un nivel altísimo, una meta increíble para cualquiera que se dedique a este juego. Sin embargo, una situación continuada de acoso que sufrió por parte de los espectadores hizo que, tras conseguir que su equipo se clasificara, dejara la competición.

Podríamos hablar también del evento que Gaming Ladies quiso organizar hace no mucho en Barcelona, un evento no mixto donde se impartieran charlas y hubiese debates en un entorno seguro, fomentando y favoreciendo que las mujeres se empoderaran en este ámbito. Dicho evento tuvo que ser aplazado debido a la cantidad de amenazas e insultos que se profirieron por internet, haciendo que los dueños del local que habían cedido a la asociación pidieran anularlo por motivos de seguridad. Afortunadamente, esta iniciativa se pudo realizar poco tiempo después. Por otra parte, no puedo no nombrar a Marina Amores, una de las principales organizadoras de dicho evento y una gran activista en el ámbito de la inclusión de mujeres en el mundo del videojuego; ya no solo a nivel de jugadoras, sino también en el ámbito laboral, apoyando a las mujeres que trabajan en el amplio mercado que ofrece esta industria y que también se encuentran en una clara minoría con desventajas. Hace unos meses tuvo que dejar su actividad en redes sociales debido al extremo acoso que sufría y aunque por fortuna ha vuelto, no deja de mostrarnos que estas situaciones siguen existiendo.

Así que sí, no es que no nos gusten los videojuegos, es que tradicionalmente no se nos ha permitido jugar. Hemos sido la princesa Peach, que desde el primer minuto de juego necesita que la rescaten; hemos sido la princesa Zelda, mujer fuerte que, sin embargo, siempre acaba presa e incapaz de escapar por sus propios medios, a diferencia de Link. Hemos sido Samus, incluso, enfundadas en un traje robótico esperando para salir semidesnudas como premio por completar el juego. Somos las tetas del League of Legends y las putas de GTA y sí, por suerte estamos empezando a poder ser Aloy (Horizon Zero Dawn), Ellie (The last of us) o Faith (Mirror’s Edge). Ya era hora. Pero todavía estamos lejos de la competición. De sentirnos seguras y apoyadas, de no tener que lamentar cada mala decisión que tomemos porque se nos van a venir encima miles de críticas injustas. No por habernos equivocado como jugadoras, lo cual es normal que se critique, sino por habernos equivocado como mujeres. Mire por donde se mire, tenemos que demostrar más. Siempre estamos en el punto de mira, siempre estamos ahí “para cumplir la cuota”. Con todo esto, no es raro que ocultemos nuestra identidad tras un personaje y dejemos que el resto asuma que somos hombres, o aunque no la ocultemos, es lo que se va a asumir igualmente. Tal vez eso tenga algo que ver con el sesgo. Pero, afortunadamente, somos valientes y nos estamos uniendo.

Así que menos miedo y más respeto, señores.

Por: Yurippe (@femi_friki )

 

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