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Techo de cristal, diferencia salarial y algunas otras cuestiones laborales.

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Ser mujer es un hándicap a la hora de hablar del mundo laboral, y hace ya tiempo que se sirvió el debate sobre ello. En esta gráfica publicada por El País y realizada por Fedea, podemos apreciar de forma rápida e ilustrativa algunas cifras que hablan de este problema, teniendo en cuenta diferentes factores que subdividen a la población.

 

Sea cual sea el parámetro que se tenga en cuenta, las mujeres siempre cobramos menos y nunca conseguimos llegar lo suficientemente lejos. Pero ¿a qué se debe esto?

Lo que está claro, y nos cansamos de repetir, es que la sociedad se estructura tomando como referencia al hombre blanco y configurando lo que llamamos patriarcado. Este concepto, para muchos demasiado abstracto, extiende sus raíces a lo largo y ancho del planeta, impregnando todos los ámbitos de la sociedad y generando estas desigualdades. ¿Por dónde empiezo?

En primer lugar, comentaría que hace no mucho, en un debate televisivo, hubo quien, o quienes, se empeñaron en que la causa principal de la desventaja laboral de las mujeres era la maternidad y, en concreto, las bajas maternales. Probablemente este sea el problema más obvio, pero no, no estoy en absoluto de acuerdo con dicha afirmación. No es la razón principal. Si bien es cierto que no creo que actualmente todo el tema de la maternidad y sus bajas esté bien organizado, puesto que el padre apenas tiene protagonismo y castiga en exceso a la mujer, es una etapa de la vida que no justifica más que una pequeñísima parte del problema. La maternidad es un punto importantísimo que debería empezar a redistribuir responsabilidades desde ya. Tener una hija debería ser una bonita fase de la vida para todo aquel que quiera embarcarse a ello, y no un castigo para la mitad de la población, que se ve obligada a mermar sus expectativas profesionales y a hacer malabares para poder compaginar ambas actividades, si es que puede elegir mantenerlas. Pero no por la baja maternal, que solo son cuatro meses, sino por todos los cuidados que vienen después. Y, tal vez sea utópico, esto se solucionaría rápidamente partiendo por la mitad la carga de dichos cuidados. Pero claro, para eso hace falta una gran voluntad política y una buena labor educativa. Y parece ser que no estamos como para complicarnos mucho la vida.

En segundo lugar, ejemplifico con esta anécdota: una mujer que ostenta un alto cargo en una empresa me explicó que cuando ofreces un ascenso a un hombre lo primero que este pregunta es cuánto va a cobrar. Las mujeres, por el contrario, centran sus inquietudes en qué va a suponer el ascenso, en qué consistirá su nuevo trabajo. Y esto es fácil de entender: si esa mujer tiene que dejar preparada la comida de mañana, ir a buscar a las hijas al colegio, poner la lavadora, fregar la cocina y acercarse a ver cómo está su suegra con Alzheimer, preferirá cobrar un poco menos, ser alguien menos importante y tener algo más de “tiempo” para cumplir con sus no obligaciones. De hecho, aunque quisiera y tuviera ambición, no podría aceptar ese trabajo. Esto, por otra parte, le impedirá también realizar más horas extra, trabajar por las noches cuando haya que ultimar para entregar un proyecto u ofrecerse para determinados quehaceres cuando se requieran. ¿Se entiende por dónde van los tiros?

De esta forma, una empresa privada siempre va a primar que, a igualdad de condiciones, a igualdad de edad, estudios y validez, sea el hombre el que consiga el trabajo, o el ascenso. Por razones como esta nos preguntan si tenemos novio, si pretendemos quedarnos embarazadas o si tomamos pastillas anticonceptivas. Además, existe también cierta tendencia a infravalorar el trabajo que realizan las mujeres. Somos mandonas, cotillas, habladoras y cuando ascendemos seguro que ha sido porque hemos comprado buenas rodilleras. Pero, ahora sí, hablando en serio, no hay que olvidar que nosotras destacamos mucho menos, pues nuestra educación se basa en callar y estar en un segundo plano, mientras que los hombres hablan y son protagonistas. Esto, aunque parezca una tontería, es un lastre muy difícil de dejar atrás y que se nota muchísimo en determinados trabajos. Y ello no implica menor validez.

La tercera cosa que comento es que, a mi parecer, el no tener referentes femeninos en determinadas profesiones (de las que se nos ha echado), por un lado, hace que, desde que somos pequeñas, simplemente no nos planteemos trabajar en ellas. Por otro, crea un ambiente hostil en el que es difícil, muchas veces, estar cómoda trabajando. Y yo, personalmente, creo que el poder de los referentes no se aprecia lo que merece.

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A día de hoy, al margen de toda la educación que se nos da enseñando a las mujeres a cuidar, a los hombres a construir y que magistralmente explica Inma Guillem (@SAGATXU) en este artículo junto a sus consecuencias, sigue habiendo trabajos de “chicos” y trabajos de “chicas”. Seguimos diciendo “las enfermeras” y, por supuesto, seguimos diciendo “las limpiadoras”. De hecho, fregar suelos no es un trabajo que ningún hombre pueda realizar (por favor, un hombre limpiando oficinas, a dónde voy a parar), ni tampoco lo es cuidar ancianos. Y, casualmente, estos trabajos son de los más precarios, los más inestables y los peor regulados. Los trabajos de mujeres.

Otra cosa que quería analizar es la famosa frase: “no me creo que en la misma empresa, por el mismo trabajo y en el mismo puesto, cobren diferente un hombre y una mujer”. Esto es, desde mi punto de vista, una gran trampa. Es un parámetro muy difícil de analizar y en el que intervienen diferentes factores. No podría poner la mano en el fuego y decir que es cierto, porque no lo sé. Lo que sí sé es que, en muchas empresas, el mismo trabajo o muy muy similar, tiene nombres diferentes, busca perfiles diferentes y paga sueldos diferentes. A veces, hay un puesto de trabajo que se denomina “administrativo”, lo ostenta un hombre y cobra X dinero. A veces, hay otro puesto que se denomina “secretaria”, cuyo trabajo es prácticamente el mismo, salvando alguna pequeña diferencia pero que implica las mismas horas, la misma carga de estrés y la misma responsabilidad. Lo ostenta una mujer y cobra X-2. ¿Me explico? Y esto es solamente un ejemplo extrapolable a muchos otros oficios.

Antes de terminar, me gustaría dejar por aquí el artículo de LM, en el que habla de forma más concreta, con cifras y repercusiones del techo de cristal en el mundo del periodismo.

Sé que me dejo muchas, muchísimas cosas en el tintero, pues como he dicho antes, el patriarcado es algo que lo impregna absolutamente todo, a veces de forma extremadamente sutil, y hay que analizarlo una y otra vez desde todos los ángulos posibles. El tema laboral es un ámbito que implica una gran parte de la vida y por ello, está afectado desde infinitos puntos.

Por Yurippe (@femi_friki )

 

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