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Carmen ya no mola: todo lo que está mal de este caso

El año pasado escribí este artículo recomendando los libros de Carmen Mola porque, sí, creía que detrás del seudónimo habría un nombre real también de mujer.

Hace unas semanas, en la entrega de los Premios Planeta, me di cuenta de que estaba equivocada: Carmen Mola eran tres hombres que, en búsqueda de un seudónimo, les pareció que Carmen “molaba”.

¿Soy demasiado ingenua por pensar que tras un nombre de mujer, por muy seudónimo que fuese, solo podía haber una mujer (o mujeres)? ¿Soy demasiado ingenua por pensar que cualquier hombre tendría la conciencia histórica y la responsabilidad ética como para no escudarse tras un seudónimo femenino?

Sé que como yo muchas lectoras que devoraron los libros de Carmen Mola no entienden que tres hombres hayan tenido la poca vergüenza de llevar la mentira tan lejos para luego subir a un escenario, recoger un premio millonario y contar entre risas cómo se inventaron una historia con nombre de mujer para firmar sus novelas.

Se ríen porque pueden reírse, porque no les parece mal, porque para ellos la literatura no tiene género y no se vende ni más ni menos por ser mujer u hombre.

Pero pensar eso es una falta de respeto.

Una falta de respeto a las miles de mujeres que tuvieron que firmar sus obras con seudónimo porque si no les era imposible publicar.

Una falta de respeto a las otras miles de mujeres cuyas obras han plagiado escritores hombres a los que hoy en día alabamos mientras que ellas siguen sin aparecer en los libros de literatura.

Pero sobre todo es una falta de respeto a todas las mujeres que no pudieron publicar porque su nombre era Carmen, Ángela, Laura, Clara, Teresa o cualquier otro.

Soy graduada en Filología Hispánica y puedo contar con los dedos de una mano (y me sobran) las lecturas obligatorias escritas por mujeres que leí en cuatro años de carrera.

Así que no, no me sirve la excusa de que la buena literatura no tiene sexo. Lo tiene cuando siempre son hombres los que llenan los catálogos de las bibliotecas, los currículos universitarios y las entregas de premios.

Tampoco me sirve el argumento de que el caso Carmen Mola demuestra que una mujer no se enfrenta a más obstáculos que un hombre a la hora de convertirse en superventas.

¿Seguro que no? Recordemos que estos tres hombres ya habían publicado antes y además eran productores de series, por lo que tenían los contactos y, aunque luego firmasen con Carmen Mola, sus editores sabían que eran tres hombres.

Hablar de ellos como argumento a favor de que la igualdad existe es un sinsentido, más que nada porque son la viva imagen del privilegio, un privilegio que también existe en el mundo editorial.

Pero sobre todo lo que me duele de este caso es la estrategia que hay detrás. Porque no, esto no ha sido únicamente fruto de sentarse y pensar un nombre que sonase bien.

Alrededor del nombre se tejió una mentira extensa, que creaba una imagen aún más “femenina” de Carmen Mola: una profesora y madre de tres hijos que en sus ratos libres escribía novelas violentas y dramáticas.

El nombre ya no es solo un nombre; el nombre se ha convertido en mujer y tras ella se ha diseñado una estrategia de marketing, aprovechándose quizá del boom de autoras de thrillers como Dolores Redondo o Eva García Sáenz de Urturi y, por qué no decirlo, del esfuerzo de feministas por reivindicar el papel de las mujeres en la cultura y otros ámbitos sociales.

Y sí, los personajes femeninos de Carmen Mola son complejos, van más allá del estereotipo, pero no estoy escribiendo este artículo para juzgar la calidad literaria de la obra de estos señores.

He dado muchas vueltas a por qué lo han hecho. A por qué a nadie le pareció mal. A por qué se toman parece que a risa, sin darle importancia, que escogieron un nombre de mujer.

Si, tal y como ellos alegan, solo quería un nombre que “agrupase” a los tres porque una novela con tres autores “no vende”, ¿por qué escoger un nombre como “Carmen” y no el de un hombre o uno menos marcado como “Álex”?

La única explicación que he encontrado es que lo han hecho porque pueden. Porque son tres hombres con el privilegio y la poca vergüenza de escoger como seudónimo un nombre de mujer pensando que no pasa nada, que pueden dar la “sorpresa” en los Premios Planeta, que no tiene por qué haber una bajada en las ventas, que nadie se lo tomara  como una ofensa, que tienen derecho a hacerlo.

Ocupan nuestros lugares porque pueden hacerlo. Y eso no “mola”.

Por María M. (@mariamaganacm)

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