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DESDE LESBOS CON AMOR

Dice Mary Beard, en su obramujeres y poder, que las mujeres estamos autorizadas para defender públicamente nuestros propios intereses sectoriales, pero nunca para hablar en nombre de los hombres o la comunidad y que, por consiguiente, una mujer que hable en público no es considerada, en la mayoría de los casos, y por definición, ni siquiera una mujer. Esto puede observarse en la figura híbrida de la cultura clásica Atenea, un ser “agénerodivino surgido de las poluciones mentales de la masculinidad narcisista de Zeus, que encarna un propósito oculto que se parece peligrosamente al futuro progresista que se avecina: un mundo perfecto donde no hagan falta las mujeres para procrear, y donde una mujer que encarne el súmmum del conocimiento, del poder, no pueda ser otra cosa que el reflejo de la mente masculina que la crea.

Sin embargo, no hace falta retrotraerse tanto para encontrar ejemplos prácticos de las afirmaciones de la historiadora británica. Es en la pasmosa performatividad del borrado histórico y colonización cultural llevada a cabo por el transactivismo, que siguiendo la misma lógica de la misoginia clásica, considera a cualquier mujer que se haya salido de la norma imperante, aquella que no se ajuste a los cánones que la ingeniería de género tiene reservados para las nacidas bajo el genoma XX -ya sea esto un corte de pelo, la pareja sexual elegida o cualquiera de los gustos o aficiones de cada cual- es por lógica transexual, es decir, no mujer, donde encontramos el mejor ejemplo de ello. Esta apreciación que podría parece frívola o excesivamente rebuscada tiene, en realidad, una profunda importancia para la conformación de nuestra identidad como sujetos sexuados.

La socialización y la cultura nos proporcionan el patrón de pensamiento que nos permite decidir lo que es bueno o malo, y por tanto el discurso de quién merece ser escuchado; nos habla acerca del mythosmasculino y el silencio femenino; de cómo generaciones enteras de niñas han crecido con un concepto equivocado sobre la sexualidad femenina, en la que necesariamente, en una remasterización del dilema Wollstonecraft, o sirves para replicar tus funciones biológicas con un macho de tu misma especie, o eres prescindible; donde a las niñas que les gustan otras niñas -es decir, que están al menos en parte fuera del mercado de esposas- tienen que ser por fuerza un niño o una mujer inservible, defectuosa. No es casualidad que esta fiebre queerhaya tardado apenas 5 o 10 años en volverse un imprescindible de la agenda política nacional, arrinconando aún más a unas lesbianas hartamente invisibilizadas, hasta el extremo de plantear una escisión de sus propios colectivos por mera supervivencia política.

Irónicamente, la bienintencionada solución que se recomienda a estas mujeres, a estas niñas receptoras de ataques misóginos y homófobos de toda clase, algunos de extrema violencia, termina por provocar el resultado que pretendían los autores de los mismos: su silencio, su retrospección, y en definitiva, su desaparición.

El «no hay mejor desprecio que no hacer aprecio«, el «ya se te pasará, solo es una fase» , no son mas que el eco de la vieja consigna de aguantar y callar”, «a ti lo que te falta es una buena p…», «la maté por que era mía», «¿Entonces no vas a darme nietos? , un llamado a la resiliencia, la abnegación y a la servilidad moral. Esta clase de estrategiasque a veces parecen más bien diseñadas por el enemigo, no nos ayudan en nada. Las mujeres merecemos por derecho propio nuestro espacio de identidad colectiva donde reconocernos unas a otras y aprender lo mejor de cada una, como han hecho ellos desde siempre.

Safo y sus amigas, escritoras, poetisas y oradoras, muchas de ellas lesbianas, formaron parte de la conspiración contra el dictador Pitaco, cerca del 593 a.C y participaron activamente en las luchas políticas que tuvieron lugar en Lesbos, su isla natal. Numerosos historiadores consideran que la manera en la que se conocía en la época a este grupo de mujeres, las lesbianas,o las liberadas de lesbosda nombre hoy en día a todas esas mujeres que aman a otras mujeres.

Clitmenestra, a la que Esquilo rebautiza como Androboulonepíteto que podría traducucirse como de pensamiento varonil-, es transexualizadasimbólica y automáticamente por el autor tras asumir el poder y la toma del gobierno efectivo de Micenas. Cristina de Suecia, recordada en los anales de la historia por ser una de las pensadoras y estadistas más importante de todos los tiempos, además de amar a las mujeres fuera y dentro del ámbito privado y gobernar sabiamente su nación durante veinte años, reconocía abiertamente que prefería utilizar vestimenta tradicionalmente asignada a los hombres, por su practicidad.

Malinda Pritchard, alias Samuel Blalock; Margaret Ann Buckley, alias James Barry; Hannah Snell, alias James Gray; Dorothy Lucille Tipton, alias Billy Tipton; Dorothy Lawrence, alias Denis Smith; Amantine Aurore Lucile Dupin, alias George Sand. Kathrine Switzer, alias KV Switzer; Rena Kanokogi o Elisa sánchez Loriga son solo algunos de los nombres de las mujeres que a lo largo de la historia tuvieron que ocultar su condición biológica para poder llegar a SER, en el sentido más profundo de la palabra, inventando su propia manera de trollear al sistema. Algunas eran lesbianas, otras no. Algunas eran médicas, científicas, Jefas de estado o escritoras, algunas judokas, otras amantes de las armas y los conflictos bélicos. Todas ellas diferentes. Sin embargo, si existiese un nombre que pudiera ampararlas a todas, sería uno: MUJER. Le debemos a la memoria de su lucha recordarlas por lo que fueron, sin tergiversaciones interesadas; y rescatarlas del cuarto de las escobas de la historia para que sean las tan necesarias referentes que necesitan las niñas del mañana. Lo hacemos por deber y por amor.

Que las niñas siempre serán niñas y «boys will be boys« es algo que aprendemos todas, normalmente por las malas, desde muy temprano. Que los grandes temas sociales no se resuelven con aparatosos trucos de ilusionismo sobre cómo aprovechar el status quo, lamentablemente, nos lo ha desvelado el feminismo tiempo después.

Que ahora nos digan que las niñas serán niños si les gustan otras niñas, y el «boys will be boys» se convierta en un «transing away the gay», podrá seguir cegando a muchos, pero el feminismo seguirá rebelándose ante el atentado que esto supone para todas, en especial, contra las mujeres que se defienden, luchan por y para otrasen definitiva, para las mujeres que queremos a las mujeres libres.

Sólo porque nos alzamos a hombros de montañas podemos apenas a empezar a vislumbrar el horizonte. Ojalá mujeres amándose unas a otras todos los días y no solo durante el solsticio de verano.

Por Mujeres por la Abolición (@MAbolicion)

 

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