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Andrea Dworkin y el amor por las mujeres

Hablar de feminismo radical es hablar de Andrea Dworkin. Su análisis brillante sobre la deshumanización de las mujeres dentro del sistema prostitucional, sentó las bases tanto ideológicas como sociales para los posteriores estudios sobre la mujer por parte del movimiento feminista.

Nacida en New Jersey el 26 de Septiembre de 1946 en una familia de muy bajos recursos económicos, Andrea supo enfrentarse a las vicisitudes de la vida hasta su fallecimiento el 9 de Abril de 2005.

Fue escritora y activista, publicó numerosas obras, la mayoría de ellas sobre el análisis de la prostitución y como esta deshumaniza a las mujeres. Su pasión principal era la escritura; pensaba que era una forma artística y la expresión democrática de comunicación, ya que implica un posicionamiento político.

Y desde el principio Andrea se posicionó. Su análisis se enfoca en el hecho de que debido a la opresión sistémica que vivimos las mujeres dentro de las sociedades machistas, hemos perdido nuestra autonomía como personas.

Los prostituyentes, proxenetas y puteros, ven a las mujeres como simples objetos que poseer para poder cumplir sus fantasías sexuales, fantasías que dentro de la sociedad son vistas con total normalidad, pues se le ha otorgado al deseo del hombre de acceder mediante dinero al cuerpo de las mujeres, una categoría de transacción que encaja perfectamente en el modelo económico y por tanto deja de ser un deseo para convertirse en un servicio.

En las sociedades patriarcales dejamos de llamar violador al violador, para decirle “cliente”, dejamos de llamar traficante de mujeres al traficante, para llamarlo pornógrafo, y por eso la culpa de todos los hombres que participan activa o indirectamente de esta “industria” de odio hacia las mujeres se desvanece hasta desaparecer, y dejamos de llamar cómplices del sistema prostitucional a los hombres para llamarlos “consumidores”.

Las mujeres en este esquema patriarcal, simplemente tienen dos funciones, o son putas o son madres. La elección de cualquiera de esas dos opciones, nuevamente está influenciada por el deseo del hombre, lo que elimina cualquier rasgo de humanidad en las mujeres.

El poder que ejerce un hombre sobre el cuerpo de una mujer prostituida, se lo otorga el dinero con el que paga para comprar el acceso al cuerpo de esa mujer. De esta manera, todos los hombres tienen implícito por el sistema económico, y avalado por el sistema patriarcal, el permiso para comprar mujeres, para hacer con ellas lo que quieran, perpetuando así la violencia y el odio hacia las mujeres.

El nivel de críticas que recibió Dworkin por su análisis de la pornografía y de la prostitución fue tan desmedido que a pesar de toda la repercusión que alcanzó en vida, fue tergiversada absurdamente, en parte, para que sus ideas desapareciesen y además, para evitar que trasciendiese ese análisis, cosa que felizmente no pasó, pues aunque sus libros no han sido completamente traducidos al español, tenemos acceso a innumerables ponencias y charlas en las que participó activamente.

Andrea Dworkin fue violada por dos médicos que debían examinarla luego que fuera arrestada en una manifestación pública contra la guerra de Vietnam en 1965. Ella hizo pública la denuncia, y el trato que recibió de los medios y el acoso violento que padeció es como un símil con lo que actualmente padecemos las feministas tanto en redes como en nuestros círculos sociales.

Ella nunca se detuvo, no dejó de escribir, no permitió que la silenciaran y esa es la tarea que debemos continuar, desde la escritura, o alzando la voz, o tomando las calles.

Andrea Dworkin creía en la humanidad de las mujeres, esa humanidad que nos ha sido arrebatada por el patriarcado y que la pornografía quiere aniquilar entre toma y toma.

El amor hacia las mujeres empieza en nosotras mismas.

¿Por qué los hombres consumen pornografía? ¿Hay alguno que no lo haya hecho nunca? ¿Por qué está tan normalizada la prostitución? Podemos asumir o teorizar muchas respuestas, pero los hechos están al alcance de todas: los hombres se sienten superiores comprando mujeres, y la maquinaria patriarcal no va a detenerse en su tarea de seguir fomentando esas ideas.

Sexualizar la violencia a las mujeres, desde la pornografía es la mayor propaganda machista de la historia, es una guerra contra las mujeres, una guerra basada en el odio hacia nosotras.

Así que tenemos que mantenernos juntas, y no detenernos, tal y como lo hizo Andrea, no debemos detenernos en nuestra tarea de mostrar la violencia de los hombres hacia las mujeres, analizar la situación, criticarla y cambiarla desde una perspectiva feminista.

Amar a las mujeres en un mundo que nos odia es una tarea difícil pero no imposible, y todos los días tenemos que seguir por ese camino.

 

Por Lara Salvatierra (@larasalvatierra)

 

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