Eva robó una manzana del árbol de la vida, después de haber sido manipulada hasta la saciedad por una serpiente odiosa, y lo primero que hizo fue disculparse. Vas paseando por la calle y un transeúnte apurado se choca contigo de forma violenta, y tu reacción es “perdón, disculpe, lo siento”. No puedes ni quieres hacerte cargo de un favor que te ha pedido el típico compañero vago de la oficina, pero le pides disculpas porque no quieres que se ofenda.
¿Y por qué se tiene que ofender? Porque somos mujeres.
Un estudio del departamento de psicología de la Universidad de Waterloo afirma no solo que las mujeres nos disculpamos más, sino que los hombres no se disculpan porque ni siquiera consideran que lo que han hecho resulte una ofensa. Es decir, que ni siquiera son conscientes de que interrumpirnos en medio de una argumentación es de mala educación. O que explicarle a una mujer bióloga lo que es la regla es condescendiente y paternalista. Y ridículo. O que se nos tache de agresivas porque en una argumentación sobre un tema que nos interesa hablamos de forma apasionada y sin miramientos. Se asume que las mujeres nos tenemos que encargar de todo lo que entorpece al hombre en su camino hacia el éxito, que es nuestro trabajo no remunerado, nuestra obligación, y que si no la llevamos a cabo tenemos que mostrar cuan arrepentidas y culpables nos sentimos. Y por supuesto, hazlo todo esforzándote el doble, si no, tu trabajo ni siquiera será tenido en cuenta; pero hablando bajito y sin molestar. Que no debemos tener personalidad, porque eso da miedo y crea conflicto.
Las mujeres llevamos toda nuestra historia relegadas a los cuidados, al papel madre-puta, a la clandestinidad y el anonimato, mientras los hombres viven sus vidas tranquilos y sin que nada les perturbe su bienestar. Llevamos toda nuestra historia siendo maltratadas, violadas, asesinadas, invisibilizadas, calladas y ninguneadas, mientras ellos han sido reconocidos y llevados al éxito muchas veces sin mérito y beneficiándose de nuestra ayuda. Nuestra autoestima se ha visto minada en tantas ocasiones, que a veces no sabemos defender que nuestras acciones son la consecuencia de una decisión pensada y con criterio debido a lo que el patriarcado nos ha hecho pensar que es nuestro papel.
Nosotras merecemos una disculpa. Y una compensación por eso, por cierto.
Nos han inculcado una socialización en el género femenino que no hemos elegido ni se puede elegir, en la que nos hacen sentir culpables por ser libres, fuertes, inteligentes, o independientes. Las mujeres tenemos que dejar de pedir perdón o permiso, para tomar las riendas de nuestras vidas. No necesitamos validación, y lo que los demás piensen nunca será más importante que lo que pensamos de nosotras.
Así que mujer, ponte tus vestiduras de heroína, lávate la cara de culpa y si te pisa uno en la discoteca, le pisas tú de vuelta. Que los zapatos cuestan trabajo y dejar de pedir perdón no cuesta nada.
Por Claudia (@CloeStein)
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