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“You”: una (peligrosa) forma de hacer pedagogía

El bombazo del mes de Netflix ya ha llegado a 40 millones de espectadores, se trata de “You”, una serie no exenta de polémica que aborda el amor tóxico de una forma muy particular. Aunque esté calificado como thriller psicológico, esta historia sobre un acosador adquiere en ciertos momentos un tinte de comedia romántica, causando confusión entre los más jóvenes y evidenciando el problema social del momento en el que vivimos: la justificación del acoso y del maltrato.

 

Cuando comencé esta serie pensé que era un buen ejercicio de reflexión, ya que nos muestra cómo los acosadores, maltratadores o asesinos pueden ser de lo más caballerosos, guapos y amables: no es incompatible. Al ser el protagonista el antihéroe (Joe, nuestro aparente príncipe azul que resulta ser un perturbado) irremediablemente empatizamos con él y esto me parece cuanto menos un curioso experimento audiovisual que nos muestra, por una parte, lo fácil que es manipular a través de las imágenes y el discurso una historia, y por otra, que tenemos que deconstruir muchas cosas que vemos como “normales” pero que no lo son.

Sin embargo, las primeras reacciones de la audiencia me preocuparon, pues no todo el mundo tiene perspectiva feminista y no se me había ocurrido pensar que alguien podría tomarse este hilo argumental como una bonita historia de amor.

Fue el caso de Millie Bobbie Brown (Eleven en Stranger Things) que con 14 años y 18 millones de seguidores daba el siguiente mensaje a través de sus stories de Instragram: «Acabo de empezar esta nueva serie llamada ‘You’. Él no es un perturbado. Él está enamorado de ella y está bien».

Este irresponsable mensaje podría haber calado hondo en otras adolescentes, lo cual me hace replantearme la irresponsabilidad de Netflix al lanzar este mensaje al parecer confuso para algunos a tan amplia audiencia, aunque para mi sea un claro caso de acoso y maltrato.

Incluso el propio actor que hace de Joe, Penn Bagdgley, está teniendo que concienciar a todas sus fans a través de Twitter, recordándoles que éste es un asesino y sintiéndose altamente sorprendido por algunos mensajes que recibe de amor y admiración, que llegan hasta el punto de pedirles que las rapten.  

 

 

Penn señala también en una entrevista al New York Times un hecho relevante sobre su aspecto y cómo le ayuda al personaje a que sus actos puedan ser romantizados, diciendo que si no fuera un hombre blanco y joven las reacciones serían diferentes ya que no dispondría de ciertos privilegios y no habría polémica al respecto ni estarían teniendo esa conversación. (“If anyone other than a young white man were to behave like these characters behave, nobody’s having it. To me, Joe is this work in progress in dismantling and dissecting the myriad privileges that a young, attractive, white man carries with him.”)

Lo que revela esta polémica es, sin duda, la alta tolerancia que tenemos en la sociedad al acoso y lo normalizados que tenemos ciertos comportamientos tóxicos, como los de Joe a lo largo de la serie, que comienzan con algo tan simple como cotillearle el móvil a su novia (aunque no debería) y acaban en algo mucho peor e irreversible.

La serie trata de un atractivo librero que se fija en una chica que entra en su establecimiento, Beck. El apuesto galán, no contento con un inocente coqueteo, consigue el nombre completo de la chica al pagar ella con tarjeta (algo común en nuestra sociedad desde vendedores de Wallapop, dependientes, hasta repartidores). Esto desencadena un posterior acoso y nos evidencia el peligro que tienen las redes sociales, pues le basta una mañana para adivinar a través de su cuenta de Instagram y su Facebook cuál es su círculo de amistad, sus gustos, dónde vive, cuál es su rutina y cómo y por dónde puede seguirla para espiarla.

Como era de esperar, Joe cree ser un justiciero (como casi todos los maltratadores) que ve que la pobre Beck no está tomando las decisiones adecuadas y menos mal que ya está él para actuar por ella.

Otro estereotipo que se cumple es el de la vulnerabilidad a la hora de seleccionar las víctimas, pues Beck es una escritora bloqueada, con sentimientos de abandono familiar, rodeada de amigas superficiales, con problemas económicos… Todo un imán para la gente tóxica, pues en este caso Joe necesita a Beck para justificar su agresividad y su psicopatía, necesita una excusa, alguien a quien cuidar.

A lo largo de la historia se van tratando temas tan reales como la vida misma: la facilidad que tiene Joe para alejar a Beck de sus amigas, los celos tóxicos, la incapacidad de cambio, la imagen perfecta que da Joe de sí mismo… Hasta los más allegados de Beck quieren a Joe, ya que nunca la habían visto tan centrada y feliz, pues normalmente los maltratadores no son psicópatas a primera vista, tal y como se nos pinta en las películas. Son lo suficientemente inteligentes para caerle bien a todo tu círculo de amistades para que cuando la conversación gire en torno a ellos el resto de la sociedad te los recomiende fervientemente.

Lo peor de todo es que Joe se nos presenta como un aparente aliado, él parece estar totalmente en contra del machismo, del maltrato y de las injusticias sociales en general, y al espectador (que actúa como la sociedad en este macabro experimento de Netflix) se lo cree por el simple discurso justificativo de éste, como si el Doctor Jekyll y Mr. Stalker se trataran de dos personas diferentes.

Es cierto que esta serie puede ser constructiva y ayudar a entender a muchas mujeres que el acoso, maltrato y las relaciones tóxicas no es algo tan alejado, no aparece un hombre con un cartel de “voy a destrozarte la vida”. Son personas como Joe, atractivas, aparentemente simples y que caen bien a tu círculo amistoso y familiar, de esas que luego salen en el telediario los vecinos diciendo “parecía un chico muy normal”. Y por eso me parece un buen experimento, porque te pones en la piel de Beck, sientes que a ti también te pueden engañar y eso te hace estar más alerta y además te ayuda a identificar posibles casos que haya a tu alrededor.

Pero todo esto queda vacío sin una perspectiva feminista, de ser pedagógica, en ningún caso un ejemplo. Y me sorprende y aterra que las generaciones venideras puedan confundir esto con una historia de amor en vez de lo que realmente es: una historia de maltrato y acoso.

 

 

Por Cris Hdez-Carrillo (@CrisHdzCarrillo)

 

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