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Mujeres que trabajan con mujeres

Escribo este artículo con la pretensión de trasmitir algunos de los conceptos que me han sido de utilidad en mi profesión y que me han permitido aprender y desaprender para mirar de frente la violencia machista y borrar esa línea que, en ocasiones, parece separar a las mujeres que la sufren de las que no. Reflexiones que me han ayudado a sentarme frente a cada mujer sabiendo que podría estar en el otro lado de la mesa y siendo consciente de que cada proceso es un viaje de aprendizaje compartido para ambas.

No olvidemos que vivimos en una sociedad heteropatriarcal y ese marco está influenciando todos los fenómenos psicológicos y emocionales que se producen en los diferentes vínculos que construimos. La estructura en la que se nos socializa, en la que crecemos y nos desarrollamos, incide indudablemente en la formación de nuestra identidad; la cual no puede desligarse de la necesidad de sentirnos aceptadas y reconocidas, luchando en muchos casos contra nuestros sueños y deseos más profundos por no tener referentes que los validen.

Vivimos rodeadas de mensajes que edulcoran las muestras de control que se dan al inicio de una relación de maltrato, de imágenes en las que se nos enseña que la belleza nos hará triunfar y ser más felices y de situaciones en las que se ensalza a las mujeres que cuidan y dedican su vida a las demás personas. Así, no es difícil entender que la inercia, lo esperable si no paramos y miramos hacia dentro (si no hacemos visible lo transparente), nos llevará a buscar la belleza, el amor y la entrega como ideales que conducen a la satisfacción personal. Nosotras nos vamos diluyendo en esa búsqueda, dando la espalda a necesidades, talentos y sueños… Pero nuestro poder interior nos acompaña y siempre es posible conectarnos con él, hacer ese clic que nos permita repensar la vida y elegir el resto del camino.

Conscientes de las dificultades a las que nos enfrentamos las mujeres para querernos a nosotras mismas, legitimar nuestros deseos y romper el molde normativo; vamos a analizar algunas de las claves que están presentes en las relaciones de maltrato:

– Todas las personas necesitamos anticipar lo que va a suceder a continuación. La vida, desde luego, se encarga de sorprendernos y de poner patas arriba nuestras planificaciones y esquemas mentales. Por eso es de vital importancia desarrollar esa flexibilidad que nos permita balancearnos al ritmo de las nuevas circunstancias y volver a nuestro centro, recuperando el equilibrio para elegir cómo seguir hacia delante. En este sentido podríamos definir el “locus de control” como la percepción que una persona tiene de su capacidad para poder influir en los acontecimientos de su vida. 

Si las personas recibimos de manera continuada respuestas violentas de quien anticipamos va a ofrecernos cariño y buen trato, ocurre primero que trataremos de incidir en nuestra realidad, buscando la responsabilidad que hemos tenido en ello. Es una cuestión adaptativa: si creemos que podemos hacer algo para que las cosas vayan mejor, encontramos de nuevo el equilibrio y recuperamos el control sobre las circunstancias. Ha reaccionado así al sacar ese tema…  Quizá no he sido lo suficientemente comprensiva… Se pone nervioso cuando me pongo esa ropa porque es muy celoso…. Al final perdió los nervios porque yo insistí demasiado y no fui capaz de mantener la calma… 

Y así, un largo etcétera de supuestos en los que (recordemos cómo el patriarcado ha allanado el terreno en los procesos de socialización para someternos también a través del amor) vamos intentando hacer o dejar de hacer cosas para evitar la situación conflictiva. Esto provoca un gran desgaste de energía y que nos vayamos alejando cada vez más de nosotras. La mirada la tenemos puesta en el otro y ya no sabemos lo que nos viene mejor, lo que sentimos en cada situación o lo que el cuerpo (fuente de sabiduría y protección) nos revela; porque nos hemos desconectado de nosotras mismas para analizar cada conducta, cada gesto y cada reacción del maltratador; creyendo que de ese modo podremos controlar la situación.

Esto nos conduce a experimentar lo que llamamos “indefensión aprendida”; es decir la sensación de que hagamos lo que hagamos, nada va a cambiar; porque siempre se repite lo mismo, siempre termina por aparecer la reacción violenta de la persona que queremos.  Por tanto,  nos sentimos paralizadas, ya que hemos aprendido que no tenemos poder para incidir en nuestra realidad.

Comprender lo denominado “síndrome de habituación” es de vital importancia también para dejar de cuestionar y cuestionarnos. Responde a la pregunta: ¿Cómo he podido aguantar esto? Pongamos un ejemplo gráfico: si tratamos de meter una rana a una olla de agua hirviendo nos resultará muy difícil porque en cuanto roce el agua dará un salto para escaparse y protegerse. Sin embargo, si el agua está a una temperatura agradable, la rana se quedará sin advertir ningún peligro. Si vamos incrementando esa temperatura de manera lenta y progresiva, la rana apenas podrá advertir el cambio, llegando a morir dentro del agua sin poder reaccionar. Las relaciones de maltrato no comienzan con una agresión física en la primera cita, no muestran la violencia y el dominio desde el comienzo; sino que el maltratador, va poco a poco mermando nuestra autoestima, ensanchando ese canal de sufrimiento, con actitudes ambivalentes que nos confunden (una de cal y otra de arena). En este sentido es clave analizar los mitos del amor romántico que nos hacen invisibilizar los indicadores de riesgo y, siguiendo con el ejemplo de la rana, quedarnos en el agua ajenas a lo que va a suceder después.

– El ciclo de la violencia se incluye en todas las formaciones que hablan de violencia de género. Es característico de una relación de maltrato y se trata de una espiral que recoge tres fases: tensión, explosión y luna de miel. Se repite una y otra vez y la intensidad de la violencia va incrementándose (en algunos casos la luna de miel llega a desaparecer). Cuando se produce la explosión violenta, el deseo de que haya sido algo puntual se ve alimentado cuando él pide perdón, sorprende con gestos románticos y atenciones que no son más que manipulaciones para recuperar de nuevo el control. La creencia de que él cambiará a través del amor contribuye a que la relación se sostenga, otro de los mitos que favorecen el modelo relacional de inclusión tal como lo denominó Fina Sanz en “Los vínculos amorosos”.

En dicho modelo, podemos observar gráficamente el aislamiento, una de las constantes en toda relación de maltrato porque cuando alguien quiere someternos no le interesa que sintamos el apoyo de otras personas con las que cuestionar las cosas y oxigenarnos. Así, el maltratador consigue tejer todo un entramado en el que se convierte en salvador y verdugo.

Para los argumentos machistas que tiran de mitos como “ellas tienen la culpa porque aguantan”, sólo apuntar que colocar el foco de atención en quienes sufren las consecuencias de un delito como es la violencia machista, es lo que la sociedad viene haciendo hasta ahora y a la vista está que no ha funcionado. Con campañas de prevención que nos dicen qué hacer a las mujeres cómo si el problema fuera nuestro y nos garantizaran una protección integral (ya sabemos cómo opera la justicia patriarcal) y con noticias de asesinatos en los que los asesinos son buenos padres y las asesinadas incluso mujeres que les han dejado desplumados. Como bien apuntaba @Nerea_Gracia en Sujetos de la acción” las que nos sentimos cada vez más vejadas somos nosotras, primero por los maltratadores y después por el Estado.

Por ello, todos estos conceptos sirven de poco sin ese deseo de mirar más allá y reflexionar, como decíamos al inicio, sobre la violencia simbólica, el maltrato institucional que sufrimos las mujeres y  las estructuras de poder que nos oprimen a todas. No puedo ayudar a una mujer en su proceso de empoderamiento si no reconozco que yo también estoy luchando por avanzar en el mío; si no conecto con ella desde las tripas, construyendo una relación de ayuda desde la sororidad, en la que sé que yo también estoy sanando partes mías. Y animo a todas las profesionales que trabajan con mujeres a ser conscientes de esta necesidad; porque, de lo contrario, podemos caer en actitudes bienintencionadas que tratan de salvar a las otras… Y la lucha es de todas, sea cual sea el lado de la mesa que hoy ocupamos.

Por: Pilar Adán (@adan_mujer )

 

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