El sistema patriarcal lleva milenios gobernando cada uno de nuestros movimientos como sociedad, está tan naturalizado en la cultura que muchas personas son totalmente incapaces de distinguir la opresión, por más que la vivan o ejerzan a diario. Es un sistema de opresión basado en nuestro sexo, siguiendo la falsa suposición de que los hombres son superiores a las mujeres, se nos esclaviza hasta el límite de convertirnos en objetos y no en protagonistas de nuestra propia historia. El patriarcado ha logrado hacerse pasar a sí mismo como una realidad llena de elección libre y consciente, haciendo de esa manera que los procesos de opresión se sigan revalidando a sí mismos por los individuos que conforman nuestras sociedades.
El feminismo surge como respuesta a este sistema de opresión, que a estas alturas de la vida es el sistema más longevo y sofisticado que ha visto la humanidad, y justamente porque hemos analizado y estudiado la realidad hemos caído en cuenta que hay que cambiarla porque no nos gusta el mundo en el que vivimos, un mundo lleno de injusticias, de tiranía, de límites e inequidad que a la vez engendran el resto de problemas que atravesamos como sociedad. El patriarcado muestra una resistencia al cambio en su afán de mantenerse como único sistema de opresión y como norma universal.
Por eso, en este sistema tan antiguo, tan vil y a la vez sofisticado, cada vez que una feminista muestra la raíz del problema, el mismo patriarcado pone en marcha mecanismos de defensa para evitar que el sistema colapse. Cada vez que una mujer levanta su voz para quejarse el patriarcado hace todo lo posible para callarla.
Si tenemos en cuenta que la idea de pureza lingüística es en sí misma un absurdo ya que, por ejemplo, el castellano es la degeneración del latín y éste a su vez es degeneración de idiomas de los que ya ni siquiera tenemos rastro, las críticas que han surgido contra Irene Montero por utilizar la palabra “portavoza” en una intervención ante el Parlamento español es el simple reflejo del patriarcado, tratando tanto de silenciar a las mujeres como de seguir manteniendo el orden preestablecido.
¿Cómo podemos señalar que la feminización del lenguaje se trata de un error si el idioma español es otra arma del patriarcado para normalizar la opresión?
No es casualidad, quienes atacan violentamente el hecho de decir «portavoza» son, por un lado, aquellos que defienden la palabra «calientapollas», principalmente hombres, que se desviven escribiendo correctamente y sin fallas ortográficas un idioma que tiene como sujeto universal al hombre y, por otro lado, (aunque del mismo bando) están quienes jamás se interesaron por la gramática o la filología, pero que sin embargo atacan violentamente en redes a cualquier mujer que se atreva a ir contra el orden establecido, orden patriarcal con-pe-lo-en-pe-cho.
En el patriarcado nada es casualidad. La violencia machista arremeterá contra las mujeres porque el sistema tiene que mantenerse, pero aquí estamos las feministas para romper el orden establecido y construir un mundo nuevo, aunque la resistencia machista se empeñe en hacernos la tarea más difícil.
Por @larasalvatierra
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