Hace poco menos de un año, mi hijo me sorprendió mientras desayunábamos.
Era un domingo de primavera, y estábamos tomando un zumo en una terraza, al sol.
– Mamá, ¿podrías ir a mi colegio para explicar un cuento?
– ¿Un cuento?
– Sí, un cuento para que mis amigos entiendan que los colores son colores, y que no hay de niños y de niñas. ¿Sabes qué pasa, mamá? Que cada vez que cojo el rosa, me dicen que soy una chica.
Se me estropeó el domingo. La rabia de saber que, de nuevo, el patriarcado nos había marcado un gol me hizo sentir un nudo en la garganta durante todo el día.
Cuando fui a hablar con su profesora y le expliqué la conversación que tuvimos mi hijo y yo, me dijo que eso eran “tonterías de niños” y que ellos trabajaban mucho la coeducación en clase.-«En carnaval dimos una careta de rey y una de reina, y ellos son los que eligen».
Me quedé sin palabras. Quise explicarle, con mucho respeto, que en eso no consiste la coeducación, y que mucho menos son “tonterías de niños”.
Ese «eres una chica», utilizando “chica” como insulto, es grave, muy grave.
Quise explicarle que, una de dos: o mi hijo deja de utilizar el color rosa para colorear, o dentro de pocos años ese «eres una chica» se convertirá en “eres un maricón», y quizá entonces ya vean la gravedad, pero ya será demasiado tarde.
Quise explicarle tantas cosas, y lo intenté, pero no sirvió de mucho.
La conversación terminó cuando me dijo que “ni ella ni yo íbamos a cambiar la sociedad.”
Dejé ahí la conversación. Me destrozó el alma. Quise retomarla pasado un tiempo, pero no sabía qué decirle, y aun hoy, casi un año después, sigo dándole vueltas a aquello.
Por eso hoy quería escribirte, y no permitir que pase más tiempo, a ti y a todas esas personas que estáis educando a nuestras hijas y a nuestros hijos.
Quería deciros que tenéis mucha fuerza, y que la escuela tiene un poder de transformación social muy importante. El profesorado es una pieza clave para contribuir al cambio, y con las herramientas necesarias podéis combatir la violencia, el sexismo, la discriminación, la homofobia y el machismo.
La coeducación es llevar el feminismo al aula. Sí, el feminismo. No va de caretas de rey o de reina, y que ellos elijan. Es un proceso algo más complicado, pero, cuando lo hagáis, os daréis cuenta de que estáis aplicando la democracia más profunda que existe, y estaréis enseñando a vuestras alumnas y alumnos que un mundo más justo es posible.
La coeducación implica darse cuenta de que existen diferentes exigencias para cada sexo, y que nada más nacer estamos condicionados. El azul o el rosa estarán presentes en sus armarios. Seleccionaremos un tipo de juguete para cada sexo. El balón y la muñeca. El coche o el carrito de bebé. Esto se traduce en la acción y el liderazgo para los azules, y en las tareas, el cuidado y la sumisión para las rosas.
Hablar de coeducación es analizar y superar los estereotipos, intervenir en el uso sexista del lenguaje, que siempre deja a la mitad sin representación e invisibilizadas. Revisar los cuentos para que pueda haber bellas, pero no más bestias. Diversificar los juegos para que la zona central del patio no esté mayoritariamente ocupada por los chicos y por «sus pelotas», y fuera de allí, en los alrededores, medio perdidas, queden las chicas y algunos otros chicos que no encajen en lo que se espera.
Es fundamental que la escuela quiera cambiar el mundo, porque sé que sois conscientes de que hay muchas cosas que no están bien, y si no hacemos algo, seguirán así.
Sabéis que la sociedad es desigual, y que las personas reciben un trato distinto en función de su raza, cultura, clase social, diversidad funcional o sexo. Con la coeducación podemos combatir todo esto, para que nuestro alumnado se libere de prejuicios y empiecen a sentir y a transmitir que la igualdad de oportunidades de todas las personas es posible.
Quizá tú y yo no podamos con todo, pero somos muchas más. Muchas personas estamos deseando ese cambio, que pueda darnos un mundo más justo, más igualitario y más libre para todas y todos.
Feministas Hartas (@feministaHarta )
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