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Hablábamos el otro día de los nuevos retos sociales, éticos y de la forma en que estos debían ser  enfrentados desde la perspectiva feminista. Esta cuarta ola, con partidos políticos y marchas en la calle, con todas sus campañas ciberfeministas, con sus 8M y sus asambleas, nos muestra a un feminismo ante paradigmas sobre su propio movimiento y sobre su forma de posicionarse  en el mundo como abanderado de un humanismo que se diluye en medio de un mercado de compra venta en el que todo vale. Nos enfrentamos a retos que nunca antes habíamos tenido que enfrentar. Y todo aquello que conocemos, lo que sirvió antes, se muestra ineficaz ante los grupos de presión y opinión que, desde las sombras, alargan sus dedos hacia los grandes estamentos públicos y políticos, intentando desplazar las líneas rojas de lo que el feminismo defiende o condena.

Este sábado tiene lugar en Barcelona una asamblea sobre el tema de la prostitución, sobre su legalización o regularización, sobre derechos laborales y a ella acuden los partidos políticos más representativos: Barcelona en Comú, Ciudadanos,  ERC, y PSOE, escondido tras el nombre de la doctora Nuria Arroyo. Podemos no acudió como tal, pero si acudió Inma Ramos. Dicha asamblea cuenta además con el apoyo del Ayuntamiento, la colaboración de los sindicatos y asociaciones que buscan reafirmar su control sobre el tema porque se sienten como las únicas autorizadas a poder debatir sobre él y también de dos abogados laboralistas que, imagino, departirán  sobre higiene y riesgos laborales. En estas jornadas no se va a debatir sobre prostitución de la forma en que las feministas venimos haciéndolo toda la vida, en esos términos de opresión y método de compra venta de cuerpos por parte de los hombres. No se va a debatir sobre ese acceso al cuerpo de la mujer como objeto de consumo. Ni mucho menos. Aquí se parte ya de la premisa de tratar de darle una respuesta laboral, un marco de legalidad a todo lo que ha sido desde tiempos inmemoriales, uno de los mayores  sistemas de dominación y tiranía del patriarcado.

Desde el feminismo

Para qué perderse en el fondo de la cuestión ¿verdad? Si aquí vamos a lo que vamos… La forma en que están planeadas estas jornadas, tanto los ponentes como los moderadores y las asociaciones que la promueven, tienen muy poco de teoría feminista y un mucho de pragmatismo. No creo que vayan a discutir de filosofía precisamente, sino más bien parece que dan por hecho dos cosas, a saber: una, que son asociaciones feministas y que por tanto se sienten legitimadas a hablar en nombre del feminismo, y dos, que está superada esa línea roja de la que antes hablaba y la prostitución comienza a verse por gran parte de la sociedad como un trabajo sexual de libre elección del que hay que regular las condiciones laborales. Ambas percepciones son falsas, pero por lo visto también parecen creer que una mentira repetida mil veces termina siendo verdad, y es que el feminismo, aunque ellos no lo quieran,  es abolicionista y la libre elección no existe. Paradojas del destino.

El feminismo de base, históricamente, ha sido abolicionista porque considera que la prostitución es una forma de violencia que supone la esclavitud de millones de mujeres en el mundo. Es un tipo de violencia ejercida contra la mujer por el hecho de serlo que está irremediablemente ligada a los privilegios masculinos, a su poder, a su uso y satisfacción. Es la forma en que las mujeres claudicamos a sus deseos mediante la compra venta de nuestros cuerpos. Ahora, en medio de una sociedad que se ha volcado al neoliberalismo más brutal, a que los deseos tengan un precio y que este sea lo que cualquiera esté dispuesto a pagar, en donde todo parece perceptible de ser comprado, las mujeres somos unos objetos más de mercado, expuestas como simples materias primas en escaparates de barrios de tolerancia de las grandes ciudades en cuyos países la prostitución está legalizada. Hablamos de cuerpos y olvidamos las almas y las vidas que hay tras ellos. Hablamos de venta y omitimos que somos las mujeres las que tenemos un precio y que son los hombres quienes lo pagan.  Hablamos de legitimar la prostitución sin pensar ni por un momento qué supone eso en el imaginario masculino del s.XXI en donde las manadas campan a sus anchas y ser mujer sigue siendo un riesgo en ocasiones vital. Legitimar de cualquier forma la prostitución es lanzar a los cuatro vientos la premisa de que las mujeres somos inferiores a los hombres porque estos pueden hacer con nosotras lo que les da la gana mientras puedan pagarlo e incluso sin poder pagarlo, que para eso ellos son  hombres y nosotras somos todas unas putas.  El daño moral, social y ético está servido. Y trescientos años de feminismo, de lucha, de teorías feministas, no nos habrán servido de nada mientras se considere o se crea  que, para más narices, esto se está haciendo todo desde el feminismo.

Libre elección

La otra rama del despropósito es la teoría de la libre elección. Los giros sociales y económicos que se vienen dando desde hace muchos años nos han hecho llegar a un estado en donde todo puede ser comprado o vendido, en donde los deseos personales pueden ser satisfechos a golpe de talonario y en donde se confunden los más fundamentales derechos humanos con deseos personales e individuales que, aglutinados en mayorías o minorías sociales, pretenden que se les reconozca como derechos legítimos. Aquí el tema es amplio…muy amplio. Si nos vamos a lo referente a la prostitución estas asociaciones y sindicatos recuren al mito de la libre elección para hacernos creer que en medio de una sociedad que nos marca las pautas y que  nos va cerrando caminos, las mujeres somos libres para hacer con nuestro cuerpo lo que queramos y que por tanto somos muy libres para ser putas si así lo decidimos. OK. Sin problema. Somos libres para ser putas. Lo que cada una haga con su cuerpo y con su vida de forma individual y porque es su voluntad es algo sobre lo que el feminismo no puede ni debe pronunciase.  Sobre lo que sí debe pronunciarse es sobre el movimiento colectivo de esta falsa elección. Si tenemos en cuenta que las prostitutas que ejercen voluntariamente la prostitución son tan solo un 3% del total de mujeres prostituidas en un mundo donde hay millones de prostitutas, yo no sé a esta gente, pero a nosotras no nos salen las cuentas. Como diría Amelia Valcárcel, “no hay putas para tanto putero”.

El negocio de la prostitución se nutre de miles de mujeres que no tienen más remedio que ejercer la prostitución para sobrevivir. De miles y miles de mujeres atrapadas en la trata de personas. Miles y miles de mujeres sometidas a violaciones continuas en cualquier país del mundo.  Legalizar o legitimar en cualquier país de Europa la prostitución es dar patente de corso a los grandes señores del proxenetismo para traficar con mujeres que desde sus países de origen han hecho esa “libre elección” y seguir engrasando la rueda de un negocio que mueve la friolera cifra de 3.500 millones de Euros al año solo en España y supone el 3,5% del PIB. Este es un discurso que se empeñan en negar. Para ellos la libre elección de una minoría de scorts a las que les va tan bien que pueden darse el lujo de elegir y rechazar clientes está por encima del de millones de mujeres que se prostituyen por necesidad. ¿Las putas que están en los polígonos de las grandes ciudades, provenientes del continente africano o de los países del este la mayoría de ellas, también han elegido ellas, libremente, esta situación? Provenientes de países en vías de desarrollo donde la mujer es el último eslabón social y donde sufren una brutal opresión, llegan a través de mafias a nuestro país y a través de otras mafias son prostituidas. Siguen estando mejor que en sus países de origen, libres de guerras, hambrunas y necesidades vitales  pero aún así, ¿eso es libre elección? Legitimar la prostitución de cualquier forma es legitimar esa clase de esclavismo, es convertir en empresario a toda la mafia que trafica y prostituye mujeres, es blanquear un negocio que mueve tanto dinero en el mundo como el tráfico de drogas o de armas. ¿De verdad queremos eso en nuestra sociedad?

Por supuesto también habrá quien diga que eso son casos  extremos y que las feministas recalcitrantes solemos confundir las cosas. Una europea, blanca, joven, de esas que se permiten elegir clientes, puede ejercer la prostitución libremente para poder pagarse los estudios, aunque sea de forma ocasional. Una mujer, blanca, española se siente empoderada y libre porque gana más dinero siendo prostituida que ejerciendo cualquier otro trabajo. Podéis decir que en casos concretos sí hay libre elección. Vale.  Cabría preguntarse porque en un estado de derecho se tiene que pagar una mujer los estudios ejerciendo de puta en lugar de trabajar en cualquier otra cosa que le reporte el dinero necesario para ello. Por qué el estado, ese que parece querer legitimar la prostitución, no ofrece las oportunidades necesarias a los estudiantes, por qué no hay becas reales o es más, porque la educación no es gratuita. Cabe preguntarse también por qué hay que legitimar un “trabajo” que aportaría al estado un 3´5% de PIB cuando el porcentaje del PIB que se podría obtener haciendo unas leyes de dependencia y de cobertura social a las mujeres que trabajan/cuidan en casa y que no cotizan ni obtienen remuneración ninguna es del 14,9%. Seguid diciendo que es libre elección si queréis, pero no lo es. La senda está marcada.

No se busca empoderar a las mujeres. No se trata de tener libertad para elegir en qué trabajar. Ni siquiera se trata de libertad. Se trata de blanquear miles de millones que ahora corren sumergidos. Se trata de continuar  trayendo mujeres desde países pobres para, con la cobertura perfecta, seguir nutriendo los clubes y que nos creamos que esas mujeres son felices porque tienen un trabajo legal y pagado. Se trata de seguir manteniendo a la mujer bajo la bota del hombre, seguir siendo un objeto para ellos, para las necesidades sexuales que les han enseñado que poseen y a las que tienen derecho, no se trata de higiene ni de evitar violaciones ni de las miles de barbaridades que se dicen. Se trata de mantener el status quo de ser el centro de todo, de ser el valor a partir del cual se mide al resto de la humanidad y de que su polla esté por encima de los derechos de las mujeres.

 

No todo vale

Hay una falta de ética y una hipocresía tan brutal en el mundo que a veces se hace difícil tratar de comprenderla. Hemos llegado a un punto en que todo es vendible, todo es comprable. El neoliberalismo cree en el individuo, no en la sociedad. Cree en la privatización de recursos, no en los estados. Cualquier deseo personal es visto como un derecho inalienable del ser humano y las más diversas corrientes de pensamiento se alzan reclamando su voz propia entre un conjunto de voces comunes. Unos pocos quieren alzarse con la facultad de decidir no sobre su vida y sus  aspiraciones cubriéndolas de una legalidad dudosa, sino que además, queriendo darle esa legalidad, modifican por completo lo que para otras personas son derechos vitales que todavía no han obtenido ni se les ha reconocido.

El quid de la cuestión es que no todo vale aunque nos hagan creer lo contrario. Que la voluntad y los deseos individuales de unos pocos no pueden modificar la vida de millones de personas en el mundo solo porque ellos los disfracen de derechos no vale. No se puede legislar para una minoría en contra de la mayoría. No se pueden disfrazar de derechos fundamentales como la libertad lo que para otras personas supone una esclavitud. No se puede revestir de modernidad lo que es una de las históricas opresiones  sobre las mujeres. No se puede envolver de transgresión  lo que no es sino una de las prácticas más antiguas del mundo. No se puede ir de libertario del sexo cuando lo que se ofrece a la mayoría es la servidumbre y la dominación. Y mucho menos se puede hacer todo ello, o tratar de hacerlo, bajo la bandera del feminismo como paraguas en el que cabe todo. El feminismo, que siempre ha estado al lado de las luchas en las que las minorías combatían contra la misma opresión que nosotras, no puede tomar parte de esto si no es para condenarlo. Es un auténtico despropósito que muchas feministas apoyen este tipo de reclamaciones creyéndolas propias porque en ellas se vulnera uno de los principios básicos e históricos  de nuestro movimiento que es el de la abolición de la prostitución.

¿Qué el feminismo ha de modernizarse? Vale. Pero sin saltarse ni uno solo de los principios básicos de nuestra histórica lucha. Si lo hacemos nos diluiremos en medio de distintas corrientes y luchas que, pueden ser  legítimas, no son las nuestras.  ¿Qué somos puritanas?  Posiblemente seamos puritanas no por ser de moralidad estrecha si no por querer  mantener pura la esencia misma del feminismo, o sea,  por mantener los valores que significa tener moral y ética. Valores que van unidos de forma indeleble al humanismo y a la defensa de los derechos humanos, que, consideramos, están por encima de los derechos laborales de un puñado de mujeres que en la blanca y moderna Europa del siglo XXI, parecen no tener en cuenta los derechos más fundamentales de la humanidad en el resto del mundo y en su propio país.

Una mujer muy sabia me dijo en una ocasión que mientras hubiera en el mundo una mujer que pudiera ser comprada por un hombre, jamás podríamos considerarnos iguales.  Mientras cualquier ser humano tenga un precio y haya otro ser que lo pague, no habrá nunca ninguna igualdad.

 

Por @ninapenyap

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