Casi un millar de mujeres asesinadas desde 2003.
Esta es la realidad.
Una realidad que acorrala a las mujeres porque sólo se necesita un factor para sufrir la misma suerte que esas compañeras representadas por unas tristes cifras: ser mujer.
Unas cifras que muchos quieren camuflar en “casos aislados”, crímenes que ocurren como si se trataran de accidentes, cosas de la vida, vaya.
Pero no es así. El miedo que sentimos no es fruto del orden natural de las cosas, ni mucho menos del azar. Es fruto de una educación que te va metiendo poco a poco ideas en la cabeza, formando un imaginario en el que si eres un hombre la línea entre el bien y el mal es mucho más difusa que si eres una mujer. A nosotras nos achacan todo lo malo, incluso eso que llaman “pecados” lleva nuestra firma.
Al hecho de asesinar al que es diferente a ti (por pertenencia a cualquier otro grupo) y sembrar el miedo entre lo que ellos asimilan como “el bando contrario”, yo lo llamo terrorismo. Y el terrorismo no tiene ninguna justificación racional.
Otra cosa que no tiene justificación es la pasividad por parte de las instituciones y los órganos de poder. Porque sabed, que la mayoría de esas “medidas cautelares” son ineficientes. Tal y como se ha demostrado en muchos casos, las órdenes de alejamiento no disuaden a un agresor que está firmemente decidido a matar; como tampoco les atemorizan en absoluto las denuncias por violencia. El problema es que no se hace una valoración del riesgo en cada caso, o directamente se menosprecia.
Toda esa justicia ha quedado y sigue quedando a merced de la voluntad de un criminal, al que ni siquiera se considera como tal hasta que no lleva a cabo el crimen. Por no decir que, si no hay muerte de por medio, la consideración de delito es ínfima. Como si una vida fuera únicamente respirar.
¿Esa es la tranquilidad que les queréis transmitir a las que han dado un paso hacia delante? Pues más bien parece que dan un paso sabiendo que corren el riesgo de no dar ninguno más.
Basta ya de culpabilizar a las víctimas, de dar credibilidad al verdugo, de seguir afilando indirectamente su hacha. Basta de mirar hacia otro lado, convirtiéndose en cómplices, en asesinos sociales.
Nos están matando, unos directamente y otros indirectamente.
Y luego nos querrán sumisas y nos llamarán exageradas y provocadoras.
Sólo estamos respondiendo.
Porque son casi un millar de mujeres asesinadas desde 2003.
Esta es la realidad. Y esto tiene que parar.
Por @Nerea_Gracia_
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