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SEPTIEMBRE

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Hemos vuelto al cole y otra vez empieza la emoción de volver a los cuadernos, los libros, las pinturas y lápices en los estuches… estuches rosas para ellas y del resto de colores para ellos, porque, por lo que sea, tienen toda la gama a su disposición.

Cuadernos de colores “de chico” para ellos, porque en casa se preocupan mucho de que un niño no toque nada que sea rosa.

Mochilas gigantes llenas de dinosaurios, astronautas y superhéroes para ellos, y llenas de corazones y flores para ellas. Quizás algún personaje femenino de las series de moda, ese personaje débil que necesita protección.

Y año tras año vemos ese desfile de enormes mochilas subiendo las escaleras a espaldas de personitas muy pequeñas, y abultan, las mochilas y los estereotipos, mucho más que ellas.

Y viendo esas mochilas no puedo evitar recordar la historia que sucedió hace unos años, por culpa también de una mochila. De una mochila de Pequeño Pony. Los compañeros de clase de un niño se metieron tanto con él por llevar esa mochila que hasta el director del colegio tuvo que intervenir: el niño tenía que dejar de llevar esa mochila. Es decir, que un niño sufrió bullying y la única solución que se encontró fue cambiar la forma de ser de la víctima.
Porque llevar una mochila, una prenda de ropa determinada, forma parte de quién eres, y juzgar a ese niño o cualquier otro niño o niña por su ropa, su forma de ser, de expresarse o de comportarse, es terrible para su autoestima y para la sociedad en general. Porque todos somos víctimas de un sistema que potencia los estereotipos de los que no te dejan salir.

Esa niña que quiere un estuche que se sale de lo que esperamos de ella, ese niño que no quiere la mochila que le “toca” por ser niño… esos niños y niñas que no encajan en el estereotipo son la mayoría, porque lo estereotipos son pequeños, son limitados, no nos dejan ser con libertad, nos encorsetan y nos impiden desarrollarnos como realmente queremos ser.

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Aún ahora he visto cómo se regañaba a un niño por ponerse una goma del pelo, o cómo a un grupo de niñas se les gritaba que se quitaran de en medio porque molestaban a los chicos que estaban jugando al fútbol. Sorpresa: ellas también estaban jugando.

Todavía ahora, en 2018, tenemos que explicar a niños/as y no tan niños que los colores no son de chico o de chica, que no son de nadie y son de todos/as. Que los juegos y deportes no son para chicos o chicas y que si te quieres poner una camiseta de Hulk, aunque seas una chica, no pasa absolutamente nada.

Y no es necesario alzar la voz para decir: “pues mi hija…” “pues mi hijo…”, todas esas acciones individuales están muy bien, pero más importante es abrir camino de forma colectiva: estar pendientes de todo lo que pasa alrededor e intentar cambiarlo.

Si en la función del cole los disfraces son estereotipados, decidlo, si los libros de texto no representan a toda la sociedad, decidlo, si los regalos de los cumpleaños son sexistas, decidlo. Y esto desde las familias.

Pero desde el colegio debemos hacer lo mismo. Como profes, tenemos que estar muy pendientes también y crear un clima en el aula donde no haya casillas que nos opriman, si no espacios seguros donde poder ser libremente y respetar la forma de ser de los demás. Potenciar actividades que no permitan discriminación por género y tratar de compensar el bombardeo sexista al que se ven expuestos los niños y las niñas fuera del cole.

Ojalá tengamos, a partir de ahora, clases donde llevar una mochila del estilo que sea no sea sinónimo de acoso escolar.

Por Ade Marlo (@teacher_ade )

 

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