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MANIPÚLAME QUE ME DEJO

¿Somos las mujeres realmente libres a la hora de tomar decisiones? ¿Estamos seguras que nuestra vida la decidimos nosotras o si analizamos en profundidad nuestras acciones, podemos descubrir que en cierta medida, estamos manipuladas para ir por un camino u otro?

Tradicionalmente las mujeres hemos sido redirigidas para que mantengamos los roles que el patriarcado nos tenía designados. Esa coacción, muchas veces carente de violencia y otras con una explícita, ha conseguido que las mujeres sigamos siendo las amas de la casa, aunque tengamos una profesión que nos mantiene fuera un buen número de horas al día.  Lo hemos sigo igualmente para aceptar una maternidad que quizá, pensándolo bien, es posible que no hubiéramos llevado a cabo. Y así con todo, como reducir nuestra jornada laboral por los hijos, cuidar de ascendientes y descendientes y aceptar que pase lo que pase vamos a cobrar menos. Todo eso sin estridencias ni malas palabras, solo porque es lo que se espera de nosotras y nos hacemos un auto lavado de cerebro, para que esas decisiones parezcan tomadas por voluntad propia. 

Pero podemos preguntarnos cuántas mujeres aceptan llevar cualquier tipo de velo de forma voluntaria o simplemente su decisión está manipulada por la religión, por los varones de su entorno o por la sociedad en la que vive. O por el miedo a ser perseguidas y encarceladas.

Ninguna niña elige voluntariamente casarse con un señor que la triplica la edad. O que la sieguen el clítoris para perder el placer sexual que este órgano produce. Ninguna mujer decide que caminar varios kilómetros para recoger el agua que su familia necesita, es tarea suya por principios. Tampoco ninguna pone su cuerpo a disposición del mejor “papá” posible de forma altruista. Y estoy completamente segura que ninguna mujer, elije de forma razonada, ser prostituida, por mucho que se venda que las “trabajadoras sexuales” no tienen coacción por la pobreza, la drogadicción o la miseria que produce carecer de oportunidades laborales. 

Cuando las feministas decimos que al ponernos las gafas moradas la realidad aparece nítida ante nuestros ojos, no es más que el acto de poder ver las miles de manipulaciones directas e indirectas que la sociedad nos envía como flechas invisibles pero constantes, para que una decisión parezca que la tomamos en libertad cuando ya ha sido asignada por alguien previamente.

También sabemos cómo pagamos la resistencia a no aceptar esa manipulación patriarcal. En algunos países todavía hoy cuesta vidas. Penas de cárcel, violaciones curativas y ostracismo social. Ser la diferente, la que da la nota, es muy duro de soportar. No me atrevo a juzgar a ninguna mujer por aceptar como suya una decisión ante el temor de las represalias. No estoy en sus zapatos y no camino con sus pies. Sería una temeridad y una arrogancia que no pienso cometer.

Desde hace unos años observamos; desde la posición de feministas que hemos descubierto  esta lacra y luchamos contra ella con todos los medios a nuestro alcance; una nueva manipulación hacia las mujeres. Esa que te dice que si no aceptas todo lo que el patriarcado vende a través de las nuevas religiones posmodernas y sigloveintiunas, eres una rancia, una carca y una puritana que no ve más allá de tus narices. Te encasillan en el feminismo hegemónico por no llamarle decimonónico, y has de soportar insultos de todo tipo, humillaciones por tu elección sexual o se niegan a reunirse contigo para que expongas tus argumentos discrepantes. Te convierten en una paria social y toda tú eres repelida por los grupos de influencia. 

La nueva manipulación sobre todo en Occidente es que o aceptas teorías filosóficas que están radicalmente en contra de lo que es feminismo en estado puro o eres una puta terf que no sabe nada, aunque él o la que te lo diga, no haya abierto un libro de feminismo en su vida y no sepa escribir el nombre de Simone de Beauvoir correctamente. Pero lo que sí sabe es sacar de contexto una de sus frases para justificar su pseudociencia y venderla como la explicación a sus “necesidades de cubrir derechos humanos que la sociedad les niega”. Esa frase que se está expandiendo, es utilizada para la manipulación de las mentes de las mujeres y es usada por una gran  mayoría que no ha leído El Segundo Sexo. Con este libro pasa igual que con el Ulises de James Joyce, muchos dicen haberlo leído y lo consideran una magna obra de la literatura universal y casi ninguno sabe ni lo que pone en la sinopsis. Nota: yo no he leído el Ulises, lo he intentado varias veces pero no lo que conseguido.

Teorías filosóficas ha habido muchas. Algunas acertadas y otras auténticas locuras sacadas del cerebro de un demente. Sin embargo la gran mayoría de ellas no se han convertido en leyes que afecten en la sociedad. Los pensadores son libres de imaginar la complejidad de la vida humana a su libre albedrío igual que las novelistas lo somos para crear historias de la nada. Pero el trecho entre una teoría y una ley es muy ancho, acortarlo hasta el punto de que la sociedad civil tenga que vivir bajo los dictados de esa teoría, solo se consigue si hay intereses económicos por medio. No olvidemos que vivimos en países capitalistas donde la economía y las empresas toman las decisiones políticas que delimitan nuestras vidas. Ponen y quitan gobiernos, deciden la labor de los ministerios y nos dictan qué comer un viernes por la noche.

Todas sabemos que hay poder detrás de la ley trans. Uno que emana de farmacéuticas, de empresas sanitarias y de grandes conglomerados empresariales con una enorme presencia mediática. Un poder que se extiende por las redes sociales manipulando la mente de nuestra inexperta juventud, para que consideren que los sexos se asignan en la lotería de un paritorio y que su amigo Carlos es una mujer a pesar de que su biología inmutable lo niegue. Niños que salen en videos reclamando cambios en una legislación cuando todavía no saben ni atarse los zapatos. Madres que piensan por sus hijos y les dictan un discurso para quedar bien ante una audiencia posmoderna que ha hecho de la mentira antinatural su razón de ser. Lesbianas acusadas de transfobia solo por no desear los genitales “femeninos” de un señor de Cuenca que ayer se percató de que era una mujer. Porque ahora, ser mujer, es algo sentido, no tangible.

Y todas las que nos negamos en rotundo a aceptar esa manipulación, seguimos siendo las nietas de esas brujas que no pudieron quemar porque no aceptamos portar la antorcha que convertirá en cenizas los tres siglos de lucha feminista. Somos las terfas que seguimos pronunciando vagina, menstruación, ovarios y mujer. Sin coletillas. 

Como dijo una vez una ministra, es posible que nos metan un gol por la escuadra porque el PSOE, en su ansia de gobierno, aceptó aprobar una ley que su propio feminismo considera descabellada. Y nosotras otra vez, veremos la manipulación a la que nos quieren someter y nos resistiremos a ella aunque, tristemente tengamos que escuchar de bocas de las vendemotos del siglo XXI, que solo somos una banda de mujeres cis amargadas. Nuestra amargura no viene por ser mujeres sino porque hay mujeres que están aceptando dejar de serlo.

 

Por Belén Moreno  @belentejuelas

 

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