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Hacia la Emancipación: Las mujeres no somos el Segundo Sexo

Simone de Beauvoir, el segundo sexo, feminismo

A 111 años del nacimiento de Simone de Beauvoir,
la consigna sigue siendo la misma:
Que las mujeres dejemos de ser el Segundo Sexo.
Aunque muchas corrientes postmodernistas han querido
apoderarse de sus más brillantes ideas tergiversando
el mensaje de su obra, la voz de De Beauvoir resuena poderosa.  

 

Filósofa, escritora, profesora y feminista francesa, nació en Paris el 9 de enero de 1908 y desde pequeña destacó por su intelectualidad ganándose su propio lugar en el mundo académico francés y mundial, ya que sentó las bases del Existencialismo y desarrolló investigaciones fundamentales para forjar los cimientos del actual movimiento feminista, desde la fundación de la revista Tiempos Modernos, y una vasta serie de investigaciones filosóficas.
Fundó la Liga de los Derechos de la mujer, una sociedad de feministas encargada de luchar contra cualquier tipo de violencia machista y discriminación sexista.

El Segundo Sexo,  su obra cumbre y la más conocida, fue planteada al principio como una autobiografía, pero como a esa altura, en 1949, ya estaba inmersa en los estudios filosóficos desde el existencialismo, abordó su escritura con la pregunta: ¿Qué supone ser mujer en la época actual?

Hay que tener en cuenta el momento histórico en que esa pregunta filosófica surgió. No era la primera vez que se planteaba, pero era la época de entreguerras, cuando mundialmente parecía que no había rumbo para la humanidad, donde lo único verdadero y tangible era la idea de cambio del orden establecido. El momento histórico, tanto entonces como ahora, exige el análisis del rol de la mujer dentro de la sociedad, Simone de Beauvoir utilizando con exhaustiva y refinada precisión las herramientas de la filosofía, logró conceptualizar con mucha claridad el origen de la opresión de la mujer.   

En términos filosóficos, analizó el androcentrismo como parámetro del sistema patriarcal, es decir, el varón como medida y fin de todo lo que existe. Con esa figura se nos compara a nosotras las mujeres, por lo que el varón es la persona, el sujeto que construye y existe y la mujer adquiere la condición de otredad, o sea todo lo que el varón no es.
Esto ella lo denomina como Alteridad disfuncional; ella veía a otras mujeres con sus parejas y veía el papel importante y positivo que desempeñaban los varones mientras que las mujeres eran solo su sombra. El mismo análisis lo llevó a las obras históricas, literarias y filosóficas en las que los hombres se refieren a las mujeres, en los mitos, cuentos, y costumbres, en todos los casos el patrón es el mismo: el hombre es, hace, existe, mientras que la mujer es secundaria.
Históricamente se ha construido un orden de ideas que racionalizan y justifican la condición inferior de la mujer, y por tanto su sumisión al “primer sexo”.


¿Cuáles son las razones de este comportamiento social?

Simone estudió la fisiología de la mujer  y su historia, después situaciones concretas: Desde pequeñas se nos educa para que nos identifiquemos con los deseos que los hombres proyectan en nosotras, reduciendo nuestra existencia a la otredad y por tanto conformándonos con el rol secundario que se nos exige. La validación masculina de nuestra existencia es lo que nos hace ser. Ella misma dijo en varias ocasiones que su propio padre solía decirle que ella era inteligente como un hombre, una mujer no puede en este sistema ser inteligente en sí misma, lo es sólo si un hombre lo certifica y si lo es en la misma medida en que lo es un hombre: la idea de que una mujer sea más inteligente que un hombre, aún hoy, les escandaliza.  

A lo largo de la historia se fue construyendo un modelo femenino en el que estamos estancadas, y claro, es un lugar de segunda categoría. El rol que el patriarcado nos asigna a las mujeres, Simone lo denomina heterodesignación, puesto que aunque no hay nada biológico ni natural que explique la subordinación de las mujeres, el varón se sitúa como superior en todos los ámbitos sociales y políticos, “Toda la historia de las mujeres, la han hecho los hombres”, afirma.

Esta construcción social, cultural y política es una imposición histórica para mantenernos subordinadas. Ser mujer no es un hecho natural, no es un destino biológico ni psicológico, es una imposición a nuestro sexo, un rol cultural que debemos cumplir. Simone analiza al conjunto de las mujeres en su devenir histórico y a cada mujer en particular en su historia personal cumpliendo un rol que la sociedad impone determinándola como mujer y creando en ella algo que aunque no es un hecho ni una esencia, es la femineidad o el “eterno femenino”, que nos circunscribe a todas y cada una. El no ver este rol, y realizarlo sin saberlo es lo que en el Existencialismo llama Mala Fe, y tiene que ver con la idea de sometimiento que reformuló de Dialéctica del amo y del esclavo de Hegel, con la que analiza las relaciones entre hombres y mujeres.

Teniendo en cuenta que el hombre es el sujeto que maneja su propio destino, y la mujer su subordinada, el primero trasciende, pues existe y vive a plenitud, mientras que el segundo sexo se somete a la voluntad del primero, cayendo en la Inmanencia, una vida sin proyectos, una existencia que simplemente se deja llevar. La mujer está relegada al plano doméstico, presa de los roles impuestos a su sexo y siempre debe estar supeditada a la mirada de su compañero del primer sexo.
La mujer se hace en base a la opresión que sufre por parte del hombre.

La propuesta de Simone para cambiar esto es asegurarnos de que todas las mujeres tengan independencia económica, que se geste una Emancipación Colectiva de las mujeres, por y para las mujeres y finalmente que desde el feminismo nos enfoquemos en la Educación y costumbres.

Es necesario pues cambiar el estado de las cosas, destruir el patriarcado puesto que “Si se mantiene una casta en estado de inferioridad seguirá siendo inferior. Pero la libertad puede romper ese círculo.”

El llamamiento que propone Simone a la Emancipación femenina sigue vigente, las mujeres tenemos que trascender, ser dueñas de nuestras propias existencias, vivir a conciencia por nosotras y por otras mujeres, este llamado a apoderarnos de la libertad es un grito de batalla, que no está cargado de odio ni busca venganza.

Luego de setenta años desde que se publicó El Segundo Sexo, aún hay muchísimo por hacer, pero solo nos queda agradecerle a Simone y a las mujeres que como ella allanaron el camino para que podamos continuar, y para que entre todas construyamos una sociedad más justa sin ningún sexo por encima del otro.

 

Por Lara Salvatierra (@larasalvatierra)

 

 

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