Hay series disfrazadas de futuristas, con peinados, ropas y códigos distintos; colocando palabras y expresiones que no nos son familiares en la boca de unos personajes muy desgraciados. Nos hacen empatizar desde la distancia; creyéndonos una sociedad mejor que no tiene que enfrentarse a los problemas e injusticias que la ficción presenta.
Nos pegamos a la pantalla cada semana para sorprendernos asomándonos a un mundo en el que las mujeres son esclavas sexuales y reproductoras y, por tanto, los hombres son dueños de los cuerpos femeninos con total libertad. Un mundo en el que no hay a quien acudir porque cualquier denuncia se transforma en una tortura para la denunciante. Un mundo en el que sobrevivir a los ataques del propio sistema se convierte en la principal lucha de cada día.
Con el corazón en un puño vemos cómo los juicios son pesadillas para las mujeres, dónde los tribunales sólo existen para maltratarlas y dictar castigos que les recuerden cuál es su lugar.
Cerramos los ojos cuando se produce una violación por lo doloroso que supone ver un cuerpo privado de su libertad para convertirse en el objeto que otro utiliza para su disfrute. Los abrimos con miedo a que continúe la terrible escena.
Tras la pantalla los violadores se pasean con impunidad en puestos de relevancia, dirigiendo un mundo que les garantice la satisfacción de sus necesidades, en el que puedan continuar cumpliendo los sueños y deseos masculinos bajo la legitimidad del estado. Y a nosotras se nos revuelven las tripas.
El alma se derrumba a nuestros pies al ver cómo las propias mujeres se enfrentan entre sí, incapaces de reconocerse las unas en las otras, porque se sienten profundamente heridas y han aprendido a mirarse como enemigas.
Lloramos emocionadas al ver primeros planos de rostros femeninos que ya no expresan siquiera dolor, sino vacío e indefensión; después de haber sido torturadas, silenciadas y convencidas de que no hay salida.
Los créditos al final de cada episodio nos devuelven a la realidad. Y los titulares ponen de manifiesto la avanzada sociedad en la que vivimos:
- Ciudadanos quiere rescatar en el Congreso el debate de su Ley de Gestación Subrogada.
- Condenados a 9 años por delito de abuso sexual y no por violación los miembros de La Manada.
- Condenada a 9 años por matar a cuchilladas al hombre que la intentó estrangular.
- La Manada sale de la cárcel porque el Tribunal cree impensable que reincida.
- Detenido en Huelva el tercer capataz acusado de abusos sexuales a las temporeras.
- Las mujeres que denunciaron abusos sexuales en los campos de Huelva, despedidas.
- Juana Rivas, condenada a 5 años de cárcel y 6 sin la patria potestad de sus hijos por huir negándose a entregarlos al maltratador.
- Violencia de estado contra Ángela y su hija asesinada por el padre maltratador después de 51 denuncias interpuestas.
- Una asociación que fomenta la prostitución habría recibido más de 25.000 euros en subvenciones.
- El Senado de Argentina dice ‘no’ al aborto y deja al país con una ley de 1921.
- Desde 2003 en España han sido 948 mujeres asesinadas por violencia machista (feminicidios íntimos oficiales).
Una sociedad en la que el patriarcado y el capitalismo han invisibilizado la barbarie, camuflando el dolor y las desigualdades con trajes de libertad individual, de falsa libre elección y de compra- venta de la felicidad. La violencia, el maltrato y la explotación de las mujeres están rodeándonos en las calles, los tribunales, los medios… en nuestro barrio y en los de otras ciudades de nuestro mundo. Ese mundo que después de conectar y abrir bien nuestros ojos feministas, sin disociaciones ni anestesias, se revela como una cruel e injusta realidad. Realidad que nos demuestra que, lamentablemente, la distopía está de actualidad.
Por: Pilar Adán (@adan_mujer )
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