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HACER VISIBLE LO TRANSPARENTE

Feminismo / Sororidad

Quiero vivir sin piloto automático;

sin patrones inconscientes e invisibles;

alejada de esa inercia que me lleva sin mi permiso

a ser la mujer que no he elegido.

Durante algún tiempo me avergoncé de mis deseos; de los sueños que había tenido de niña y adolescente con hombres que me protegían, me querían y le daban sentido a mi existencia. Eran escenas que construía en mi imaginario con todo lujo de detalles, en las que me presentaba como una mujer sensible y bonita, complaciente y herida que necesita la mirada externa masculina para brillar con luz propia. Pensaba en el amor de pareja como el motor de mi vida y quería hacer todo lo posible por escuchar ese “no eres como las demás” que me hiciera sentir completa y satisfecha.

Para mí fue un verdadero descubrimiento darme cuenta de que los deseos no se eligen, son inconscientes y estaban dando respuesta a mis necesidades emocionales del único modo que aprendí era posible cubrirlas. Empecé a cuestionar todo, a repensar lo vivido, a tratar de dar color a las estructuras invisibles que me habían mantenido hasta entonces y reconozco que perdí el equilibrio y tuve miedo, miedo de dejar de ser yo. Pero, ¿quién no se tambalea si se mira la planta de los pies? Y así es cómo podemos deconstruir el aprendizaje de género: asomándonos a lo que hay debajo, analizando aquello sobre lo que pisamos, aquello que nos sostiene y que se nos transmite como incuestionable.

La toma de conciencia viene siempre acompañada de muchas nuevas lecturas: repaso de pelis favoritas, de canciones escuchadas hasta la saciedad; nueva mirada hacia las parejas cercanas en algún momento idealizadas… Todo adquiere un significado diferente: la publicidad, los programas de televisión, los cuentos, la estética elegida y un largo etcétera de escenas, situaciones y conversaciones que pasan por la mente y se presentan de un modo revelador. Es apasionante cómo la misma historia que te conmovió se convierte en algo chirriante e hiriente, al poder mirarla desde ti, desde tu centro y no desde la alienación que el sistema heteropatriarcal hace de nosotras para continuar reproduciéndose.

El feminismo me abrió las puertas de par en par, desplegando todo un abanico de posibilidades, ayudándome a construir mi propio equilibrio y a enfrentarme a mis miedos. Me sentí parte de una lucha en la que todas las mujeres compartíamos la opresión bajo el mismo paraguas y empecé a interesarme por la diversidad de códigos bajo los que se traduce la dominación y por las numerosas formas de discriminación, que se van añadiendo a medida que te alejas de esa imagen de mujer normativa.  Me di cuenta de la nula representación de muchos colectivos de mujeres en el relato cultural y de cuánto dolor se había silenciado bajo el mito de la libre elección. Y poco a poco pude hacer conscientes los deseos para poder desechar aquellos destructivos que me alejaban de mis objetivos. Dejé de avergonzarme de lo que había soñado, porque no hay nada de lo que me sienta más orgullosa que de mi revolución interior para deconstruirme y ser yo. Y esa revolución nunca terminó.

Hoy, sé que no soy igual que el resto de mujeres porque somos únicas, diversas y estamos llenas de matices que nos hacen fuertes y poderosas al unirnos. Pero no tolero las distinciones machistas, vendidas desde el romanticismo, en función del uso que hagamos de nuestro cuerpo, según el perfil al que, desde la visión heteropatriarcal, nos ajustamos. Yo no quiero un “no eres como las demás” porque admiro enormemente a las demás y parecerme a mis compañeras de lucha me resulta maravilloso.

  • Y me levanto cada día con varias noticias sobre violadores absueltos o condenados por abuso y no por violación y con titulares machistas que van en portada de periódicos de tirada nacional…
  • Me encuentro en el transporte público con hombres que ocupan el espacio de manera invasiva y otros que cosifican con su mirada a las mujeres…
  • Escucho opiniones que desvinculan la violencia sexual del machismo y me gano algún que otro feminazi al hablar de la cultura de la violación…
  • Veo la palabra feminismo por todas partes y reflexiono sobre la instrumentalización del movimiento en manos del poder…
  • Me topo con artículos sobre la violenta misoginia de los que se autodenominan célibes involuntarios y de nuevo lo invisible vuelve a adquirir forma, dándome cuenta de que la columna vertebral de su ideología es la misma que defiende a ultranza la prostitución…
  • Observo los movimientos del sistema en respuesta a la revolución feminista y me enfado con las propuestas que confunden paridad con perspectiva feminista y que tratan de calmar las aguas y poder seguir así perpetuando lo que tenemos…

Me bajo del mundo de media tres veces por semana pero el feminismo vuelve a agarrarme fuerte y me subo de un salto para poder seguir haciendo visible lo transparente y pelear junto a mis hermanas por un mundo en el que seamos libres.

A valientes ya es imposible ganarnos.

 

Por Pilar Adán @adan_mujer

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