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No sois como las «de antes».

«Las feministas son todas unas histéricas, lesbianas, antihigiénicas y con pelos en las axilas que solo buscan conseguir unos privilegios que (en teoría) ya han conseguido para, así, poder dominar el mundo. Y no son ni feministas, solo unas feminazis y hembristas que no saben valorar el amplio abanico de derechos que los hombres les han brindado, como el derecho al aborto, la emancipación y poder votar.»  Este podría ser un resumen de cómo nuestra querida sociedad patriarcal nos define. Y es que el término “feminismo” ha sido y está siendo ninguneado hasta la saciedad; desvalorizado y estigmatizado igual que sus propias impulsoras y seguidoras. Pero, ¿cuál es la imagen actual que mostramos para no considerarnos feministas “como las de antes”? ¿Por qué el feminismo es un movimiento malinterpretado? Es evidente que el feminismo y las feministas no contagian el herpes, ni provocan ninguna reacción alérgica. Simplemente no gusta y repele.

Su reflejo está muy relacionado con las imágenes que el sistema patriarcal ha ofrecido de las mujeres, que son simplemente prejuicios y estereotipos que empequeñecen todo lo que pueda estar relacionado con el rol de la mujer, cosa que es lo que el feminismo pretende denunciar: la estereotipia a la que se somete a las mujeres. Una construcción social de la realidad que infravalora nuestra lucha y la califica como una simple “guerra de sexos”. El feminismo reivindica los derechos de las mujeres, aquellos derechos que los hombres ya tienen de por sí sin tener que pelear por ellos. Es un movimiento que cuestiona la dominación de los hombres sobre las mujeres.

Pero claro, según el patriarcado, las feministas “de antes” luchaban por causas razonables como el derecho al voto o al divorcio, pero los reclamos que se corresponden con nuestro tiempo los catalogan de chorradas. Considerar que solo con los logros más formales como el derecho al sufragio o a tener una educación superior van acabar con las desigualdades, nos muestra  que tan experto del tema no eres.

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Porque detrás de ese estereotipo de “feminazi enseñando los pechos y criticando a quien no opina igual que ella” está una lucha que quiere conquistar el espacio simbólico, corregir el vocabulario machista que mamamos desde que nacemos, denunciar el humor machista, el acoso callejero y los feminicidios. Porque estos «detalles» también cuentan, y mucho.

Pero aquí volvemos al machismo, donde los hombres se creen con el derecho a opinar y a determinar sobre qué tenemos que protestar. Y lo peor es que no se cansan nunca de hacerlo, siempre queriéndonos asignar cómo tenemos que pensar y actuar. Incluso la Grecia clásica y Roma tenían una especial obsesión con clasificarnos: la diosa respetable madre-esposa (Hera), el frívolo objeto sexual (Afrodita) y la intelectual asexuada (Atenea). Y tanto las diosas como las mujeres que tenían éxito en el mundo de los dioses (en el mundo de los hombres) negaban su sexualidad y feminidad (Sarah B. Pomeroy, 1987).

Exceptuando pequeñas libertades que las mujeres han podido gozar a lo largo de la historia (como la capacidad para administrar sus bienes, pero que se perderá a partir del siglo XI), la castidad, la belleza y la cosmética, la moda femenina, la fragilidad, la pasividad… son estacas grabadas con hierro candente en la piel de la mujer, que siguen dejando marca. Antiguamente, desde el uso del corsé, que oprime el cuerpo de la mujer marcando caderas y cintura, hasta el ideal de la belleza como medio para perpetuar la especie.

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Pintada a favor del feminismo. Flickr Creative Commons.

La burla, el rechazo y la ridiculización son las consecuencias que sufrieron feministas como Alejandra Kollonati, que hablaba de una nueva mujer cuyos intereses vitales no giraban alrededor del amor. Fue menospreciada por el hecho de querer alterar ese orden simbólico sexual que simplifica a la mujer como una máquina expendedora de bebés.

Pero este acoso no dista mucha de la realidad heteropatriarcal actual, porque el machismo no es cosa del pasado, y el feminismo tampoco ha caducado.

Como alguien dijo una vez, “qué diferente hubiera sido la historia si no hubiese sido escrita por hombres”.

 

Por Ariadna España @Ariespaso 

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