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La revolución empieza cuando sabes cómo lloras

“Desde el día en que tomé conciencia feminista todo mi mundo cultural, mis escritores malditos, mis directores intocables, toda mi educación sentimental se ha ido derrumbando. Nada de lo que tantas veces había recomendado y que había forjado mis creencias y mi personalidad estaba hecho para mi. Es más, mucho de aquello estaba contra mi.”

Esta cita es de Henar Álvarez, @henarconh en Twitter, y está sacada de un artículo donde habla de Westworld.

La primera vez que la leí, hace pocos meses, me hizo sentir menos sola, porque me estaba pasando exactamente lo mismo desde hacía tiempo pero no era capaz de ponerlo en palabras. Todo lo que había visto y leído hasta hace poco, todo lo que me hacía ser quien soy, de repente, ya no era tal.

Todo empezó como empiezan los grandes cambios: sin darte cuenta. Muy poco a poco, empiezas tímidamente a coquetear con libros de autoras, un día ves una serie o una película que no son precisamente las más conocidas… y así, poco a poco, entras en el juego de apoyar a las mujeres que tanto les cuesta llegar hasta ahí. Y así, pasito a pasito, entiendes que no lo haces por ellas, que lo haces por tí.

Resulta que todas las historias que antes adorabas no te hablaban a ti en absoluto. No sabían que existías y lo que es peor, les daba igual.

En esas historias, las mujeres somos estereotipos que hacen y dicen lo que ellos quieren, y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Y no pasaría nada si no fuera porque los relatos, el arte, el cine, la literatura, configura la sociedad, educa más que las familias, y nos dicen cómo hemos de comportarnos, y no es casualidad que se haya romantizado la violencia; no lo es porque en las películas, desde pequeñas, se nos enseña lo bonito que es te quieran a base de sufrimiento, que te roben los besos o que te sacrifiques por amor, porque tu príncipe azul va a cambiar para ti. No es casualidad que siga habiendo violencia en las parejas, porque hasta a las agresiones machistas las ponen el filtro de “qué bonito queda todo en la gran pantalla”, ( o entre las páginas de un libro) y como, además, el amor hace que cambie y que te pida perdón…”The End”. Y todo perfecto.

No es casualidad que nuestros cuerpos se vean sometidos a torturas de dietas y cirugías, porque se nos explica desde bien pequeñas que sólo las guapas consiguen el amor, las otras, son graciosas y para qué quieres ser graciosa si luego vives sola y amargada.

Pero una de las cosas que más me han perturbado y he descubierto que se repite, una (mala) suerte de patrón en parejas es esto: no es casualidad que tu pareja te diga: “Qué guapa estás cuando lloras”, porque en las películas, cuando las mujeres lloran, salen preciosas, salen con una cara sonrosada y resplandeciente por cuyas mejillas caen lágrimas que parecen cristal de bohemia, ni un desperfecto, ni un mal surco en el maquillaje, ni una gotita de moco cayendo por la nariz, ni una tímida babilla por la comisura de los labios… y el sufrimiento pasa a ser algo bello, algo digno de admirar, pero no, en realidad, cuando lloramos, moqueamos, la cara se arruga y contorsiona de forma imposible, se nos cae la baba, y eso, no es bonito. Nunca.

Y en esa revolución silenciosa que supuso para mi descubrir libros y series y películas dirigidas, escritas, etc. por mujeres, entendí que eran historias que me hablaban a mi directamente. Que te pueden gustar más o menos, pero que las historias que cuentan son verdad, son cercanas, y cuando lloran, las mujeres moquean y babean.

Y eso es lo más real que puede haber.

Sin embargo, hay una parte de mi que sigue cayendo en trampas, que sigue viendo películas de los que consideraba grandes directores, quizás por tener la sensación de que en alguno no te habías equivocado, y aguantas las dos horas del tirón con rabia, viendo una película que no tiene calidad, simplemente porque el señor es un director que ya tiene cierto nombre y que no tiene ni que esforzarse en hacer algo bueno, porque vamos a ir todos al cine y el seguirá en su estatus de dios del cine y creando películas llenas de estereotipos, de machismo y homofobia disfrazados ¿de qué? ¿de humor?.

Y entonces, me odio un poquito por haber contribuido a invisibilizar a una mujer más, porque la cantidad de hombres mediocres que copan el mundo del arte eclipsan a las mujeres excelentes que hacen historias que hablan a toda la sociedad, no sólo a un grupo muy determinado, muy pequeño, y que modela la sociedad a su antojo, en una cortísima estrechez de miras. Pero no lloro, porque estos señores no se merecen nuestras lágrimas, ni nuestros mocos ni nuestras babas, lo que se merecen es que nos gastemos nuestro dinero en mujeres que si crean productos excepcionales.

Por Ade Marlo @teacher_ade

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