*Este artículo es una interpretación de la película ¡madre! y contiene spoilers.
¡Madre! de Darren Aronofsky es una película controvertida que ahoga y desorienta al espectador. Una pieza abrumadora, llena de simbolismo y múltiples interpretaciones. No estoy interesada en ahondar en la lectura bíblica que nos habla de destrucción y renacimiento. Esa donde Jennifer Lawrence se erige como la Madre Naturaleza y Javier Bardem como Dios. ¡Madre! nos sirve de excusa para hablar de las parejas asimétricas y los juegos de poder, la figura de la mujer como vasija y el ego desmedido del hombre.
En la película Jennifer Lawrence interpreta a una mujer enamorada, una persona que admira y encumbra a su marido.
Javier Bardem es un escritor con talento, sumido en una sequía creativa que lo atormenta. Ella hará todo lo posible para que él consiga el éxito. ¿Y él? Se aprovechará de ello.
La historia crea otro personaje central, la casa. La casa como ser palpitante y como representación del espacio seguro que la mujer necesita. A medida que la protagonista sufre, la casa se transforma y debilita.
La indiferencia que muestra el escritor hacia su mujer es extraordinaria. Tan preocupado por su ego, la ignora buscando nuevos estímulos. Son los invitados accidentales los que llenan ese vacío. La forma que tiene el marido de priorizar a desconocidos en un entorno que se considera íntimo es un símbolo más de su falta de interés. A pesar de que él verbalice su amor por ella, nunca llega a tangibilizarse en la vida real.
El film nos muestra a una mujer dependiente y cuidadora, desbordada por las circunstancias y un hombre narcisista obsesionado por su obra.
Aunque en la relación exista una ausencia de cuidados, intimidad y sexo, la protagonista ciega sigue en su lucha por mendrugos de amor. Él en cambio, la ignora, disfrutando del afecto de sus fans. El único momento en el que apreciamos una conexión entre ambos es cuando ella se queda embarazada, cuando sirve a su propósito como mujer.
El final de la película descubre lo que ya intuíamos. La protagonista es prescindible y desechable, una herramienta efímera para aumentar el ego del hombre.
Cuando Jennifer Lawrence, abrasada por las llamas, no tiene más que dar, él la despoja de su corazón. Un corazón puro que erige como trofeo. Incluso cuando ella está destruida, no puede dejar de amarle.
Él destruye su hogar y lo vuelve a construir con una nueva mujer, que volverá a sufrir, eternamente.
Todas las imágenes son fotogramas de la película ¡Madre!
¡Madre! se plantea como una alegoría religiosa, pero también como una representación cultural del amor romántico. Un amor opresor, patriarcal y tóxico.
Vemos el rol de la madre cuidadora. La mujer que tiene que entregarse por completo a la persona amada, olvidándose de su propio bienestar y de su valor como individuo. ¡Madre! solo es un reflejo del mundo y del lugar que nos obliga a tomar el sistema. Un sistema que nos oprime y nos responsabiliza de los cuidados de la sociedad.
La realidad es que adoctrinar a la sociedad a través de este tipo de amor solo genera relaciones abusivas que son el germen de la violencia de género.
Prendamos fuego a ese amor que nos despedaza y nos deja mudas.
Huyamos de los mitos.
Huyamos de los falsos dioses.
Por @MartaLlagass
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